INT. / VECINDAD / DÍA
Piedad está en la puerta de la casa de Amarguras despidiéndose de ella.
Piedad: Ya me voy, mamá. Chao (La besa en la mejilla).
Amarguras: Adiós, hija. Que te vaya muy bien (Le sonríe). A propósito. Antes de que se me olvide, te quería preguntar cómo van las cosas con el licenciado Robles.
Piedad: Igual que siempre, pero últimamente el imbécil de su hijo está haciéndome la vida imposible. Siente celos de que quiera quitarle el lugar a su mamita muerta
Amarguras: Ese no es problema. Basta con que engatuses lo suficiente al licenciado para que se sienta comprometido a pedir tu mano.
Piedad: En eso he pensado. Así me deshago del imbécil de Nicolás, pero como te dije, va a ser difícil que Rodolfo y yo nos casemos con él de por medio.
Amarguras: Voy a estar pensando en algo para ayudarte con eso (Viendo a la nada y sonriendo ilusionada). Estamos tan cerca de convertirnos en millonarias. Ya me veo en esos salones de belleza lujosos, usando ropa cara, yendo a clubes y spa.
De repente, Sandra se acerca a ellas con una notable desesperación.
Sandra: Buenos días, doña Amarguras. Hola, Piedad.
Amarguras: Hola, Sandra. Qué milagro verte por aquí.
Sandra: (solloza) Usted tenía razón. Agapito no descansó hasta meter a esa maldita coja en la casa.
Amarguras: (fingiendo sorpresa) No me digas que ya está instalada.
Sandra: Así es. La llevó con la tonta excusa de que no tenía a dónde más ir e inclusive le dio trabajo en el bar como mesera.
Amarguras: Pobre de ti. ¡Cuánto lo siento!
Sandra: Yo vine para pedirle ayuda. Estoy desesperada. Agapito no tarda en echarme de la casa y botarme como un trapo viejo.
Amarguras: Ay, Sandra. La verdad es que yo no soy muy buena dando consejos.
Piedad: (sonriendo con malicia) Pero yo sí. Yo te puedo aconsejar sobre qué hacer.
Sandra: ¿De verdad, Piedad? (Llorando).
Piedad: Por supuesto. María Belén es una mustia que se esconde tras esa carita de niña buena, pero en realidad es una trepadora de temer.
Sandra: Yo eso siempre lo he sabido. Desde el primer momento en que Agapito empezó a cortejarla (Aprieta los dientes muy enojada).
Piedad: Por eso mismo. Tú no puedes permitir que te quite tu lugar como única mujer de Agapito. Tienes que espabilar, querida o a ese paso, María Belén te va a acabar.
Sandra: (histérica) ¡Primero lo mato antes de que me lo quite!
Piedad: (muy maliciosa) ¿Te das cuenta de lo que estás hablando? ¿Serías capaz de matarla si fuera preciso?
Amarguras: Sandra lo dice en sentido figurado, Piedad. ¿Cómo crees que ella llegaría hasta ese extremo?
Sandra: Yo sólo quiero mandar bien lejos a la coja ofrecida esa, muy lejos de mi marido para que él sólo tenga ojos para mí.
Piedad: Entonces, acompáñame a tomar un taxi y te voy diciendo en el camino qué puedes hacer para amargarle la vida.
Piedad y Sandra se van juntas.
EXT. / BAR “NOCHES DE ENSUEÑO” / DÍA
Doña Ramona pasa cerca a la entrada del bar de Agapito y se extraña al ver a María Belén afuera, barriendo con una escoba la acera.
Ramona: (acercándosele) María Belén, mija.
María Belén: Buenos días, doña Ramona (Le sonríe) ¿Cómo está?
Ramona: La mera verdad estoy extrañada. ¿Qué haces tú aquí afuera del bar de mala muerte de don Agapito?
María Belén: Bueno, es que… (Esboza su sonrisa) Estoy trabajando ahora para él, aquí como mesera por las noches. Empiezo hoy.
Ramona: Pero no entiendo por qué. ¿Y tú trabajo en la casa de los Robles?
María Belén: Era más que obvio que allá no podía volver después de lo que pasó y yo de mensa, creí que sí y que me iban a recibir con los brazos abiertos.
Ramona: ¿Pero acaso no les explicaste a tus patrones que todo se trató de un malentendido?
María Belén: (cabizbaja) Más bien renuncié porque me decepcioné mucho cuando vi que no confiaron en mi palabra y mi honradez. Aparte, no quería seguir viéndole la cara todos los días a la ofrecida de Piedad que también está trabajando allá.
Ramona: ¡Ay, María Belén! Yo no quisiera parecer mitotera, pero es necesario que te diga esto. ¿En serio crees que don Agapito te esté ayudando sin dobles intenciones?
María Belén: Hasta ahora ha parecido sincero, inclusive me pidió disculpas ayer en la delegación por lo que pasó hace tiempos.
Ramona: No me lo tomes a mal, muchacha, pero no seas tan ingenua. Una cosa es lo que él diga de dientes para afuera y otra lo que verdaderamente sienta.
María Belén: Yo pensé en eso, ¿pero qué quiere que haga, doña Ramona? Necesito chamba. Además, no me puedo comportar como una ingrata con don Agapito que pagó mi fianza.
Ramona: ¡Eso es precisamente con lo que te está chantajeando sin que te des cuenta! Mira, el trabajo y el hospedaje no importan porque Camila y yo te podemos ayudar, pero vete de aquí en cuanto antes María Belén, por favor.
María Belén: Yo no las quiero molestar, no se preocupe. Si don Agapito llega a sobrepasarse conmigo, lo pongo en su lugar y le dejo las cuentas bien claras conmigo.
En ese momento, llega Agapito hacia ellas cargando dos bolsas de papel.
Agapito: (serio) Buenos días, doña Ramona. ¿Visitando a María Belén tan temprano?
Ramona: (seria) Estaba pasando cuando la vi y me acerqué a saludarla para preguntarle que hace por aquí.
Agapito: Me imagino que ya le dijo que ahora es mi empleada y va a trabajar en mi bar.
Ramona: Sí. Justo de eso hablaba con ella, pero ya me tengo que ir. Iba a la plaza de mercado.
Agapito: (sonriendo hipócrita) Que tenga buen día entonces.
Ramona: Gracias. Cuídate, María Belén. Luego nos vemos (Se va caminando).
María Belén: Hasta luego, doña Ramona. Mándemele saludos de mi parte a Camila.
Agapito: María Belén, entremos. Quiero mostrarte los regalos que te compré.
María Belén: (sorprendida) ¿Regalos?
Agapito: Así es. Entra, voy a mostrártelos.
Minutos después, María Belén y Agapito entran al cuarto de la primera. Agapito pone sobre la cama las bolsas de papel.
Agapito: Fui un almacén que estaba cerca. Estoy seguro de que lo que te compré te va a gustar mucho. Mira (Le sonríe).
María Belén: No me lo esperaba, don Agapito. No debió haberse molestado.
Agapito: Claro que no. No fue ninguna molestia. Todo lo contrario. Anda, mira…
María Belén, insegura, saca de una de las bolsas una caja de maquillaje y un vestido algo extravagante. La muchacha le sonríe forzada a Agapito, ya que en el fondo no le gustó el vestido.
María Belén: Muchas gracias. Está bonito.
Agapito: Me alegro de que te guste. En la otra bolsa hay más
María Belén saca de la segunda bolsa una falda corta y una camisa descotada, junto con unos tacones y medias negras claras.
María Belén: (seria) ¿Qué es esto?
Agapito: (sonriendo) Es tu uniforme de mesera. Vas a tener que usarlo cada noche para atender a los clientes y servir las órdenes.
María Belén: ¿Me lo dice en serio? ¿Cómo cree que yo voy a usar algo así, don Agapito? (Molesta).
Agapito: Pensé que había gustado también.
María Belén: Ahí sí me va a discúlpeme, pero no. A mí no me gustar andar vestida así y mucho menos para atender a los viejos borrachos y rabo verdes que vengan a su bar.
Agapito: Pero María Belén…
María Belén: (lo interrumpe) ¡Pero nada! Podré estar reteagradecida con usted, pero esto sí no. Yo no pienso usar ese uniforme de ofrecida. Disculpe.
Agapito: (molesto) Hasta ahora no te he pedido nada malo como para que andes a la defensiva conmigo. Ya creo que te demostré que mis intenciones contigo son buenas.
María Belén: Y yo vi eso, pero como le digo, por más agradecida que esté, no me voy a poner ese uniforme.
Agapito: De verdad que eres terca muchacha. Es sólo un uniforme. Hoy todas las chicas de tu edad visten así.
María Belén: (decidida) Pero yo soy diferente y si sigue insistiendo, lo mejor será que me vaya y dejemos las cosas así.
Agapito se sorprende al oír a María Belén.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, HABITACIÓN DE DON ROBERTO / DÍA
Camila está terminando de darle a don Roberto su medicina, quien está recostado en su cama.
Camila: (sonriendo) Hoy lo veo de mejor semblante, don Roberto.
Roberto: Y eso que la gorda de Isis me dio el susto del siglo esta mañana. Pensé que era el apocalipsis.
Camila: Ja, ja, ja. Usted sabe lo exagerada que es, pero eso la hace más simpática.
Roberto: ¿Y tu amiga María Belén cómo está? Damián me comentó un poco que el problema que tuviste la vez pasada era por ella.
Camila: Sí. Hubo un malentendido y la llevaron para la delegación, pero ya está libre. Gracias por preguntar, don Roberto.
Don Roberto: Estuve pensando en que una vez me dijiste que se parecía mucho a Nidia.
Camila: Es que sí tienen un parecido impresionante. Con decirle que, si usted jamás me hubiera hablado de su esposa y me hubiera mostrado la foto de ella, habría dicho que era María Belén.
Roberto: (pensativo) Es muy extraño que se parezcan tanto. ¿No estarás exagerando?
Camila: Le aseguro que no. Ojalá la pudiera conocer para que viera con sus propios ojos lo mucho que se parece a su esposa, que en paz descanse.
Don Roberto: Siendo así, me gustaría mucho conocerla. Tráela algún día. Está invitada a comer aquí.
Camila: En cuanto pueda verla le digo de su invitación, don Roberto. Muchas gracias (Le sonríe). Yo ya me retiro. Con permiso.
Camila sale de la habitación de don Roberto. El anciano se queda pensativo en el supuesto parecido de María Belén con su esposa.
INT. / CASA DE AGAPITO, CUARTO DE MARÍA BELÉN / DÍA
Agapito sigue sorprendido por lo que le dijo María Belén, quien lo mira decidida.
Agapito: Por favor, no tomes decisiones apresuradas, María Belén y menos por algo tan insignificante.
María Belén: Es que sinceramente si así vamos a comenzar, no me quiero imaginar cómo va a ser la situación después si usted me insiste en hacer cosas que no quiero.
Agapito: Es que yo no te estoy obligando a nada. Sólo te pido que seas un poco más considerada y te pongas un uniforme que no tiene nada de malo.
María Belén: Pero para mí sí lo tiene. ¿Lo ve? Ahí sigue tratando de meterme por los ojos algo que no me gusta.
Agapito: (molesto) Yo no estoy tratando de meterte nada por los ojos. ¿Qué te cuesta usar el maldito uniforme para esta noche después de pagué tu fianza y te saqué de la cárcel? (Toma el uniforme y lo tira al piso).
María Belén: Ya me sospechaba que en cualquier momento me iba a sacar en cara eso, ¿pero sabe qué? Yo no tengo por qué aguantarme sus chantajes. ¡Me voy! (Sale del cuarto).
Agapito: (tomándola del brazo) ¡Tú no vas a ningún lado! Si te vas a ir de aquí, primero me pagas lo que me debes.
María Belén: (soltándose) Si se refiere a lo de la fianza, despreocúpese que se la voy a pagar completita, pero ahora no tengo manera
Agapito: (riéndose a carcajadas) ¿Y tú crees que te voy a dar tiempo para eso? ¡Claro que no, chiquita! ¡De aquí no sales hasta que me pagues!
María Belén: ¡Ya le dije que no tengo forma de pagarle su méndiga plata! (Lo mira fulminante), así que allá usted, pero yo me voy de aquí.
María Belén intenta salir del cuarto nuevamente, pero, de repente, Agapito lo toma mucho más fuerte del brazo y luego la carga de la cintura.
María Belén: (furiosa) ¿Qué le pasa? ¡Suélteme! (Pataleando) ¡Suélteme ahora mismo o voy a gritar ayuda!
Agapito: (tirándola en la cama) ¡Grita todo lo que quieras! ¡Nadie te va a oír! (La fuerza de las muñecas).
María Belén: (gritando) ¡Déjeme, viejo asqueroso! ¡Déjeme! ¡Auxilio, ayúdenme! ¡Ayúdenme, por favor!
Agapito: (furioso) ¡Cállate ya, desgraciada! (Le tira un fuerte puñete en la cara)
María Belén grita adolorida por el puño y se queda echada en la cama mientras se toca el labio que Agapito le dejó sangrando.
Agapito: Aquí te vas a quedar encerrada hasta la noche. Te vas a poner el uniforme que te compré y saldrás a atender a mis clientes hasta que me pagues con trabajo tu deuda.
María Belén: ¡Usted no me puede dejar aquí! (Solloza) ¡Voy a gritar hasta que alguien me escuche!
Agapito: Eso veremos (La jala de la cabellera retándola con la mirada). Es mejor que uses la cabeza y pienses en lo que mejor te conviene. Puedes volver a parar a la cárcel si te denuncio de robo por abstenerte a pagarme
Agapito suelta de la cabellera a María Belén y sale del cuarto, cerrando la puerta bajo llave. María Belén se levanta de la cama y tratar de abrirla forzando la perilla, pero no lo logra.
María Belén: (azotando la puerta) ¡No me deje encerrada aquí, por favor! Se lo suplico. No me deje encerrada (Rompe a llorar y se rinde). Dios mío, por favor ayúdame. Yo no me puedo quedar aquí…
La joven coja mira alrededor del cuarto tratando de buscar una salida, pero la ventana tiene reja y le es imposible salir por ahí.
INT. / SUCURSAL DE BEAUTÉ, ESTUDIOS / DÍA
Isis está terminando una sesión de fotografía usando ropa para mujer mayor y sombreros al estilo de la época victoriana.
Alberto: (aplaudiendo) ¡Excelente Isis! ¡Muy buen trabajo!
Isis: (suspirando) ¡Ay, mi querido Albert! No imaginas la gran satisfacción que me da oír tan bellos elogios saliendo de tus labios de miel.
Isis mira los labios de Alberto con deseo al tiempo que se muerde los de ella misma.
Alberto: (incómodo) Es justo lo que mereces. Las mujeres de tu edad de todo el país te están viendo como referente. Inclusive nos llegan muchos mensajes de apoyo en Facebook y Twitter.
Alberto le muestra en su tablet las redes sociales a Isis.
Isis: (sorprendida) ¡Mi madre!
Alberto: ¿Qué le pasó a tu madre?
Isis: ¡No, idiota! (Alberto se sorprende) Es una expresión de sorpresa.
Alberto: Ah, ya entiendo.
Isis: Es sólo que jamás me imaginé que tendría tanto éxito como modelo. En poco tiempo deberé andar con guardaespaldas para protegerme. No faltarán loa fanáticos obsesivos que quieran asesinarme (Se aterra).
Alberto: Por eso no te preocupes, Isis. El servicio de seguridad corre a cargo de Beauté, así que tú no tendrás que correr con ningún gasto (Le sonríe).
Isis: (abanicándose) ¡Ay, menos mal! Era lo mínimo que podía recibir de esta empresa y del viejo escurrido ese de Rodolfo Robles después de todos los ingresos millonarios que mi imagen ha traído a Beauté.
Alberto hace una expresión de sorpresa por los comentarios imprudentes de Isis.
Isis: ¡En fin, mi querido Albert! Estoy súper agotada y muero de hambre. Nos vemos
Isis le da un beso en cada mejilla a Alberto, le guiña el ojo de forma seductora y se va caminando mientras se abanica.
INT. / CASA ROBLES, PASILLO / DÍA
Piedad camina por el pasillo dirigiéndose a su cuarto y pasa por el de Nicolás. La mujer se queda mirando por la puerta entre abierta como Nicolás se cambia de camisa, sin que él se dé cuenta cuando, de repente, es descubierta por Dorotea.
Dorotea: (seria) ¿Necesitas algo?
Piedad: (molesta) ¿A ti qué te importa, vieja metiche? Deja de andar vigilando a los demás como una sombra y ocúpate de tus asuntos.
Piedad mira de mala forma a Dorotea y se va. Justo en ese momento Nicolás sale del cuarto.
Nicolás: ¿Qué pasa, Dorotea? Me pareció escuchar que discutías con alguien.
Dorotea: Nada, joven. Le decía algo a la "novia" de don Rodolfo si es que se le puede llamar así a esa ofrecida oportunista.
Nicolás: Tienes razón. A mí tampoco me hace ninguna gracia que se crea con derechos en esta casa, pero ni modo. Primero tengo que encontrar una forma de no permitirlo.
Dorotea: Ojalá que sí la encuentre. ¿Piensa salir?
Nicolás: Sí. Voy a la vecindad en la que vivía María Belén antes.
Dorotea: ¿Cree que haya vuelto a allá?
Nicolás: A lo mejor está viviendo en la casa de su amiga Camila, no sé, pero tengo que ir para averiguar a dónde se fue después de que salió de la delegación.
Dorotea: Está bien, joven. Yo me quedo al pendiente de la casa. Ojalá pueda encontrar a María Belén y la traiga de vuelta para acá.
Nicolás: Yo espero que sí, Dorotea. Ya me voy. Chao.
Nicolás se va y Dorotea se queda pensativa.
INT. / CASA DE AGAPITO, CUARTO MARÍA DE BELÉN / DÍA
María Belén está recostada en su cama, abrazada a sus piernas y pensando. En ese momento, María Belén escucha que alguien está tratando de abrir la puerta.
María Belén: (extrañada) ¿Quién es?
Es Sandra la persona que está tratando de abrir la puerta, pero no lo logra, puesto que Agapito la dejó con llave.
Sandra: (azotando la puerta) ¡Ábreme ahora mismo, coja desgraciada! Tú y yo tenemos una cuenta que ajustar. ¡Abre! (Grita furiosa).
María Belén se levanta de la cama y se acerca a la puerta.
María Belén: ¡Sandra! ¡Sandra, óyeme! No puedo abrir la puerta. Agapito la dejó con llave.
Sandra: Deja de ser cobarde y no te inventes excusas estúpidas para no darme la cara. Yo sé bien la clase de zorra que eres.
María Belén: (molesta) ¡A ver, un momento! No te permito que me faltes al respeto. Te estoy diciendo la mera verdad. Fue tu marido el que me dejó encerrada aquí en contra de mi voluntad.
Sandra: (incrédula) ¿Y qué interés tendría Agapito en encerrarte? ¿Qué gana con eso?
María Belén: Me quiere obligar a trabajar en su bar pa' pagarle la lana de la fianza que dio en la delegación por mí. Te puedo jurar que es la verdad, Sandra. No puedo abrir.
Sandra cambia su actitud un poco al oír a María Belén.
Sandra: Agapito acabó de salir.
María Belén: ¡Entonces, tienes que encontrar las llaves! Si tanto te caigo mal, búscalas y quítale el seguro a la puerta.
Sandra se queda unos segundos pensativa.
Sandra: ¡Está bien! Espérate. Voy a buscar una copia de la llave de esta puerta
María Belén: (aliviada) ¡Muchísimas gracias! Pero apúrale antes de que llegue.
Sandra va en busca de la copia de la llave a su cuarto. La saca de uno de los cajones de su mesita de noche y vuelve al cuarto de María Belén para luego abrir la puerta.
Sandra: (seria) Bien, ya te abrí. Vete de una buena vez de mi casa y ojalá no vuelvas.
María Belén: Tú no te preocupes. Aquí no pienso volver. Gracias, Sandra.
Justo cuando María Belén se va a ir, llega Agapito.
Agapito: (furioso) ¿Qué está pasando aquí?
Sandra: (asustada) ¡Agapito!
Agapito: ¡Tú no te vas! (Toma de un brazo a María Belén) ¿Pensaste que te podías ir tan fácil?
María Belén: (furiosa) ¡Suélteme o voy a gritar! Y esta vez lo voy a hacer tan fuerte que todo el barrio me va a escuchar y ahí sí se va a meter en problemas.
Agapito: Eso lo veremos. De aquí sales, pero directo de nuevo para la cárcel.
Sandra: ¡Ya deja de retener a esa coja, Agapito! Tu mujer soy yo. No ella
Agapito: (a Sandra) ¡Tú te callas, desgraciada! Por poco, sino llego a tiempo, María Belén se habría escapado debiéndome dinero por tu burrada y tus mismos estúpidos celos de siempre.
Sandra: Pues ya estoy harta de que siempre me trates de la patada como si fuera un trasto viejo de esta casa. ¡Yo merezco respeto! (Desafiante) Y eso es algo que tú nunca me has dado.
Agapito: Si tanto te quejas, entonces, ¿por qué no te has largado de una buena vez y me dejas en paz?
Sandra: Porque a pesar de todo, siempre he tenido la esperanza de mejorar las cosas contigo. Porque aún te quiero, Agapito.
Agapito: (incrédulo) ¿Me quieres? Lo que puedas sentir por mí me da lo mismo. Al fin y al cabo, si te saqué de la vida de golfa fue porque me manipulaste con esa estupidez del embarazo del que siempre dudé que fuera yo el responsable.
Sandra: ¡Por supuesto que el niño que esperaba era tuyo, miserable, perro! (Llorando furiosa) No sé cómo es que pude ser tan imbécil de enamorarme de un tipo como tú y tuve la desfachatez de seguir contigo aún después de que me obligaste a abortar.
María Belén, quien sigue tomada del brazo por Agapito, se sorprende al oír la discusión y empieza a esperar el momento propicio para aprovecharse de la distracción de Agapito y salir corriendo.
INT. / VECINDAD, CASA DE DOÑA RAMONA / NOCHE
Ya ha caído la noche. Doña Ramona le sirve la cena a Camila en el modesto y humilde comedor que tienen.
Ramona: (sorprendida) ¿Dices que la difunta esposa de tu patrón se parece a María Belén?
Camila: Sí, amá. Don Roberto me mostró una foto de la señora, que en paz descanse, y de veras que se parecen mucho. Ojalá te la pudiera enseñar.
Ramona: (pensativa) Eso es muy extraño. Sí es posible que haya varias personas en el mundo con ciertos parecidos de perfil, pero no al punto de que sean tan idénticas.
Camila: ¿Qué estás pensando? (Se lleva una cucharada de comida a la boca).
Ramona: No sabría decirte. Tal vez suene algo loco, pero si se analiza bien puede tener coherencia.
Camila: (intrigada) ¡Ay, ya mamá! ¡Suelta! ¿Qué estás suponiendo?
Ramona: Es que pensé en el origen de María Belén. Doña Amarguras muchas veces comentó que su comadre, o sea la mamá de la muchacha, había muerto durante el parto, pero nadie, ni la misma María Belén, vio una foto o algo que verificara que la historia de doña Amarguras fuera cierta.
Camila: (extrañada) Es verdad. Hay muchos cabos sueltos, ¿pero qué hay con eso?
Ramona: Tú me dijiste que don Roberto está buscando a su hija perdida y por un momento me imaginé que María Belén pudiera ser esa niña.
Camila: Mamá, yo creo que estás viendo demasiadas telenovelas. Doña Amarguras podrá ser una vieja fea, corriente, chocante, pero no una asesina y una ladrona de bebés porque la misma persona que mató a la esposa de don Roberto también fue la que se robó a su hija.
Ramona: Por eso como dijiste tú hay muchos cabos sueltos sobre de dónde viene María Belén. Tal vez doña Amarguras no fue la que hizo cosas tan atroces. Pudo ser otra persona y la niña vino a parar en manos de ella.
Camila: (pensativa) Pudo ser así. Ahora la historia toma más sentido.
En ese momento tocan la puerta de la casa.
Camila: (levantándose) Yo abro. Ya acabé de cenar (Va a abrir).
Ramona: ¡Ay, esta muchacha! Tan siquiera reposa un poco la comida.
Camila abre la puerta y se encuentra con Nicolás.
Camila: (sorprendida) Nicolás…
Nicolás: Hola, Camila. Disculpa que venga a tu casa a esta hora, pero necesito hablar contigo. Me dijeron que esta es la casa de la vecindad en la que vives.
Camila: Sí, es aquí. ¿Por qué no pasas?
Nicolás: Gracias, pero sólo necesito preguntarte sobre María Belén.
Ramona: ¿Quién es Camila? (Ve a Nicolás) Buenas noches, joven. ¿Se le ofrece algo?
Camila: Mamá, él es el amigo de Mabel, de la casa en donde ella trabajaba.
Nicolás: Mucho gusto, señora. Vine hasta aquí para preguntarles si saben algo del paradero de María Belén. Ustedes ya deben saber todo el asunto del robo en mi casa y de que ella fue llevada a la delegación por eso.
Camila: La verdad lo único que sabemos de Mabel es que salió libre porque uno de los vecinos pagó la fianza.
Nicolás: ¿Y no saben a dónde haya podido ir? No sé, algo que sepan. Necesito encontrarla y hablar con ella
Ramona: Yo sí sé en dónde está la muchacha. Está viviendo en casa de don Agapito.
Nicolás se sorprende al oír eso.
INT. / CASA ROBLES, HABITACIÓN DE RODOLFO / NOCHE
Piedad ingresa cuidadosamente a la habitación de Rodolfo. Cierra la puerta y luego va hasta una mesa de cristal en la que Rodolfo acostumbra a guardar sus bebidas alcohólicas. Piedad saca una botella de whisky en específico y la destapa con facilidad.
Piedad: (sonriendo con malicia) No fue tan difícil
La malvada joven saca una botellita de su sostén que es transparente y en la que se puede observar un polvo blanco. Todo ese polvo Piedad lo vierte en el whisky y luego lo revuelve para que se disuelva bien.
Piedad: (revolviendo) Rodolfo siempre que quiere tomar algo, se sirve un whisky de esta botella, así que va a ser imposible que el muy idiota sospeche que está envenenado.
De repente, a la habitación entra Rodolfo. Piedad tapa la botella y la pone sobre la mesa, para después fingirle una sonrisa a su amante.
Piedad: Llegas temprano.
Rodolfo: Lo hice con premeditación (Tira el maletín sobre la cama y se acerca a ella). Quería llegar para estar contigo porque hace mucho no lo hacemos.
Rodolfo se quita el saco y le sonríe con deseo a Piedad.
Piedad: Lamento tener que desilusionarte, pero esta noche no me siento muy dispuesta que digamos, mi amor.
Rodolfo ignora a Piedad, la toma entre sus brazos y comienza a besarla con pasión mientras le baja la blusa y le acaricia las piernas. Piedad, a sus espaldas, hace una expresión de asco y se aparta de él.
Rodolfo: (agitado) ¿Qué pasa? ¿No quieres estar conmigo o qué? (Molesto).
Piedad: Te acabo de decir que esta noche no estoy lo suficientemente concentrada para hacer esto, Rodolfo. ¿No lo entiendes?
Rodolfo: La que no entiende eres tú. ¡A mí no me vas a rechazar cuando se te pegue la gana! (La aprieta de la mandíbula) ¿Quién te has creído?
Piedad: Suéltame. Me estás haciendo daño.
Rodolfo: ¡Poco me importa! (La lanza hacia la cama mientras se desabrocha el cinturón) Esta noche vas a ser mía, quieras o no, y ni se te ocurra protestar.
Rodolfo se lanza encima de Piedad besándola por el cuello.
Piedad: (muy incómoda) Espera, Rodolfo... Detente.
Pero Rodolfo no se detiene y comienza a abusar de Piedad, quien siente un profundo asco con cada beso y caricia que le da.
INT. / CASA DE AGAPITO, SALA / NOCHE
Agapito sigue sosteniendo fuertemente a María Belén de un brazo, quien escucha la conversación entre él y Sandra.
Agapito: Ya no te vengas a quejar de cosas pasadas. ¿Qué esperabas? Yo no estaba dispuesto a criar un escuincle de otro.
En ese momento Sandra le lanza una cachetada a Agapito. María Belén aprovecha el momento y sale corriendo de la casa, aunque con dificultad por su cojera.
Agapito: (gritando) ¡María Belén!
Agapito trata de ir tras la joven, pero Sandra lo toma de un brazo.
Sandra: (histérica) ¡Tú no vas a ninguna parte, Agapito! Si vas detrás de esa muchacha, te juro que te vas a arrepentir. ¿Entendiste?
Agapito: ¡Me valen tus amenazas! ¡Me tienes harto!
Agapito se suelta de Sandra, le tira una bofetada y la empuja contra un sofá para después salir corriendo detrás de María Belén. Sandra rompe a llorar con la mano en el lado de la cara en el que la golpeó Agapito.
Sandra: ¡Desgraciado! (Grita) ¡Ojalá te pudras!
Por su parte, Agapito sube a su modesto auto para encontrar a María Belén y conduce por las carreteras. A lo lejos, la logra ver, pero se desespera al ver que el semáforo está en rojo y delante de él hay otros autos esperando.
Agapito: (gritando) ¡Te juro que no te me vas a escapar, María Belén! ¡Me las vas a pagar! (Apretando la bocina insistentemente).
María Belén cojea por una acera y mira aterrada hacia atrás como Agapito la sigue en su auto sonando la bocina. La muchacha trata de cruzar la carretera lo más rápido que puede, pero en ese momento, el semáforo cambia a verde y los autos siguen su curso normal. En la acera de al frente viene caminando Nicolás y alcanza a ver a María Belén. Nicolás ve que Agapito se acerca en su auto y éste al ver a María Belén en todo el centro de la carretera, frunce el ceño furioso y acelera con el propósito de atropellarla.
Nicolás: (gritando) ¡¡¡¡María Belén!!!!
María Belén escucha a Nicolás y se queda estática en plena carretera al ver a Agapito viniendo hacia ella iluminándola con las luces delanteras del auto. Nicolás corre hacia ella y la empuja al tiempo que Agapito lo atropella brutalmente. El parabrisas se avería y Nicolás cae fulminado en la carretera mientras Agapito pierde el control del volante y va a chocar contra un establecimiento.
María Belén: (consternada) ¿Qué… pasa?
En ese momento la joven coja ve a Nicolás tirado en la carretera, con un charco de sangre que se propaga alrededor de su cuerpo.
María Belén: ¡Nicolás! (Grita desgarrada)
CONTINUARÁ…