INT. / CASA ROBLES, HABITACIÓN DE RODOLFO / DÍA
Valentina entra con un plumero a la habitación de Rodolfo y mira alrededor.
Valentina: (impresionada) ¡Cuánto lujo! Esta debe ser la habitación del patrón (Toma una foto de Rodolfo de una mesa). Es la más grande de todas.
Valentina pone la foto de Rodolfo sobre la mesa y empieza a curiosear cada cosa que encuentra. Inclusive saca un cofre de la mesita de noche y lo abre viendo que se tratan de las joyas que eran de Lucrecia.
Valentina: ¡Qué bonitas!
La muchacha saca del cofre una costosa gargantilla y se lo pone mirándose al espejo cómo le queda en su cuello.
Valentina: Esto merece un video para presumirles a las envidiosas del instituto (Saca su celular) ¡Se van a morir de la envidia cuando me lo vean puesto!
Valentina configura su celular para grabarse frente al espejo, pero de repente, siente que alguien se acerca. Es Piedad gritando.
Piedad: ¡Dorotea! ¿En dónde te metiste, vieja inútil? ¿Por qué no me respondes?
Valentina, muy alertada, no se quita la gargantilla de diamantes y corre a esconderse en el baño. Piedad entra a la habitación y se extraña al ver la puerta abierta.
Piedad: ¿Estás aquí, Dorotea?
Valentina entre abre la puerta del baño sintiéndose muy nerviosa de que Piedad la descubra. Esta última nota el cofre de las joyas abierto y sobre la mesita de noche, por lo que mira de forma sospechosa alrededor del cuarto.
Piedad: (frunciendo el ceño) ¡Esa sirvienta vieja! ¡Se atrevió a husmear mis joyas la muy descarada! ¡Mis joyas! (Cambia su tono a uno retraído) Porque son mías…
Piedad toma un anillo de diamantes y se lo pone en el dedo índice de la mano derecha. La mujer se mira el anillo sonriendo ambiciosa y después se mira en el espejo. Mary aparece tras ella en el reflejo.
Mary: Por supuesto que son tus joyas, Piedad...
Valentina se extraña, pues realmente ve hablando sola a Piedad mirándose en el espejo y comienza a grabarla con su celular.
Mary: Te pertenecen porque tú las ganaste. Luchaste para conseguirlas. Una vez que matamos a la vieja de Lucrecia, automáticamente pasaban a ser tuyas.
Valentina se sorprende al oír y se lleva la mano a la boca.
Piedad: Esa pobre vieja ingenua y frustrada. La verdad disfruté como nunca ese ridículo show que dio cuando se enteró que su maridito la engañaba conmigo. ¿Te acuerdas, Mary?
Mary: (sonriendo con malicia) Perfectamente. ¡Era una estúpida! Pero hoy el siguiente en la lista será Rodolfo.
Piedad: ¡Quiero ser yo esta vez quien lo mate! Anhelo ver su cara de sufrimiento cuando esté asesinándolo poco a poco para aumentar su dolor.
Mary: Me parece bien que lo hagas tú, así que te dejaré hacerlo de acuerdo al plan que ya teníamos. Recuerda obligarlo a firmar el testamento falsificado que redactamos. Espero que no falles.
Piedad: (tocándose el anillo) Claro que no. ¿Pero no crees que sería mejor deshacerse luego del otro idiota?
Mary: ¿De Damián? Por el momento no. Más adelante cuando ya tengamos la fortuna en nuestras manos lo haremos. Por ahora nos sirve.
Valentina, muy asustada por lo que está oyendo, se lleva una mano a la boca.
Valentina: (susurrando) Está loca...
De repente, a la muchacha se le resbala el celular de la otra mano y se cae en el piso. Piedad oye el ruido y Mary desaparece del reflejo.
Piedad: El baño. ¿Quién anda ahí?
Valentina decide salir corriendo del baño y del cuarto. Piedad sale tras ella y logra alcanzarla en el pasillo jalándola del pelo.
Valentina (adolorida): ¡Argh!
Piedad: ¿Quién demonios eres tú, estúpida? ¡Responde!
Valentina: (asustada) ¡Auxilio! ¡Ayúdenme, por favor! ¡Me van a matar!
Piedad: ¡Cállate! (Jalándola más fuerte del cabello) Si no quieres que te haga algo, empieza a soltar la sopa y dime qué tanto oíste. ¡Habla, maldita!
Valentina: ¡Te juro que no le voy a decir a nadie! Pero no me hagas nada. Déjame ir.
Piedad: No hasta que me digas quién eres y qué hacías escondida espiándome. ¿Alguien te mandó? (La suelta del pelo y la empuja).
Valentina: Dorotea es mi madrina y me consiguió esta chamba para ayudarle porque le hacía falta la otra muchacha que había antes de mí, pero te prometo que me voy a ir ya mismo y no le voy a decir nadita a nadie (Desesperada y muy asustada).
Valentina intenta irse, pero Piedad la toma de un brazo y la mira fulminante.
Piedad: Las cosas no son tan fáciles. No debiste meterte en donde nadie te había llamado y tampoco me conviene que sepas de mi secreto y mis planes, así que...
Valentina: (aterrada) ¡No, por favor! Te lo suplico. ¡No me hagas daño!
Valentina se suelta de Piedad y la empuja. Trata de bajar corriendo las escaleras, pero Piedad la alcanza nuevamente, la jala del pelo y la tira al piso en donde comienza a ahorcarla con sus manos. Valentina siente que le falta el aire y empieza a asfixiarse tratando de quitar las manos de Piedad de su cuello.
Piedad: ¡Te voy a matar, mocosa metiche!
Luego de decir eso, Piedad estrangula con más fuerza a Valentina. Ésta la patea con una de sus rodillas en el estómago, por lo que Piedad, adolorida por el golpe, la suelta, momento que Valentina aprovecha para tratar de escapar.
Sin embargo, Piedad no se rinde. Se levanta del piso y va tras ella. Justo cuando Valentina va a bajar las escaleras, Piedad la empuja por la espalda. La muchacha pierde el equilibrio y cae rodando de escalón en escalón, golpeándose la cabeza fuertemente.
En la parte final, ella termina de caer y se ve como ha quedado inconsciente y dejado algunos rastros de sangre en los escalones. Piedad baja con lentitud, observándola con desmedida indiferencia, como si le diese lo mismo lo que acabó de hacer. Una vez que termina de bajar, pone su mano en la nariz de Valentina para saber si ha muerto o no.
Piedad: Sigue viva (Retira la mano y mira hacia un reloj en la pared). Si no fuera porque ya casi son las cinco para ejecutar el otro plan, la remataría.
Piedad va a la sala y toma su bolso de un sofá. De ahí saca su celular y marca un número. Mientras espera a que le contesten, cierra los ojos y después de unos segundos los abre. Ha cambiado a la personalidad de Mary.
Mary: Hola, mi amor. Te llamo para decirte que vengas a recogerme dentro de veinte minutos. Todavía tengo unas cosas que arreglar (Dice mirando a Valentina). Bueno. Así quedamos. Te amo.
Mary cuelga el celular.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, BIBLIOTECA / DÍA
Damián, que es la persona con la que acaba de hablar Mary, cuelga también su celular sin darse cuenta que Isis lo observa desde hace rato a sus espaldas.
Isis: (curiosa) ¿Y quién es Mary?
Damián: (volteándose nervioso) ¡Madrina! ¿Qué haces aquí?
Isis: Pues aquí vivo. ¿Qué pregunta es esa, joder? Mejor dime quién es esa chica que tienes agregada en tus contactos como "Mary". ¿Es tu novia, eh, picarón? (Le da un codazo).
Damián: No es nadie importante. Es una amiga que conozco (Miente). Aparte, me parece de mal gusto que andes siempre fisgoneándolo todo. Las personas tenemos privacidad, madrina, y tienes que respetarla.
Isis: (sorprendida) ¡Por Santa Teresa! ¿Y tú desde cuándo hablándome de esa forma, Damián?
Damián: No te estoy hablando de ninguna forma. Sólo te doy un consejo que espero que tomes en cuenta a partir de ahora. Con tu permiso. Tengo que salir.
Damián mira molesto a su madrina y se retira dejando a Isis muy sorprendida por su actitud. La simpática mujer se queda pensando muy seria.
Isis: Esto no es normal en mi ahijado. Estoy segura que está metido en algo malo el crío. Mi instinto de dama me lo dice.
Isis, sin darse a la espera, también sale de la sala para ir a su cuarto y tomar rápidamente su bolso. Luego, sale de la mansión y se esconde tras un poste de luz, viendo a Damián en el otro extremo de la carretera. Él para un taxi y se sube, por lo que de inmediato, ella se apura y silba.
Isis: (gritando) ¡Taxi!
Otro taxi se detiene y ella se sube en los asientos de atrás.
Taxista: ¿A dónde quiere que la lleve, abuela?
Isis: (pegándole con el bolso) ¡Abuela tu madre, tío! Sigue a ese taxi que va por allí y no lo pierdas de vista.
INT. / HOSPITAL, PASILLOS / DÍA
Ron Roberto sigue muy impacto al conocer a María Belén. Por su mente, pasa un fugaz recuerdo de su esposa, viendo el rostro de ella en María Belén.
Roberto: Entonces, ¿te llamas María Belén?
María Belén: Sí, señor, aunque de cariño me dicen "Mabel".
Roberto: Disculpa que te lo pregunte, pero ¿cuál es tu apellido? ¿Tienes padres?
María Belén: (extrañada) Zapata y no. No tengo padres. Soy huérfana. Mi madrina, que fue la que me crio, me dijo que mi mamá murió cuando yo nací, así que no estoy segura qué fue de mi papá o si estará vivo...
Don Roberto se sorprende al escuchar eso.
Camila: Don Roberto está muy impresionado de conocerte, Mabel. Es que tú te pareces mucho a su esposa, que ya murió y en paz descanse.
María Belén: Ah, ya veo. Lo siento mucho, don Roberto. De seguro me vio y por eso se acordó de ella.
Roberto: Sí. Eres muy parecida. Podrías ser su hija.
María Belén: ¿Ustedes tuvieron hijos?
Roberto: Tuvimos una niña, pero por ciertas circunstancias, la apartaron de mí y mataron a mi esposa. Pasó hace más de diecinueve años.
María Belén: De veras lo siento mucho. Disculpe que le haya preguntado si le traje malos recuerdos.
Roberto: No te preocupes. En sí lo que más me importa ahora es encontrar a mi hija y conocerla, pero hasta el día de hoy no he podido dar con ella.
María Belén: Le deseo de todo corazón que la encuentre. Ella de seguro estaría muy feliz cuando sepa que tiene un padre que la ha estado buscando toda la vida (Le sonríe).
Roberto: Muchas gracias, María Belén (También le sonríe). Sin duda fue un gusto conocerte. Eres una muchacha muy bonita.
María Belén: (riendo) Gracias por el cumplido. Usted también me cayó muy bien. ¡Se ve retebuena gente!
Camila: Pues diste en el punto, Mabel, porque don Roberto es un buen hombre muy caritativo.
Roberto: ¡Ja, ja, ja! Qué cosas. Un viejo como yo oyendo esos halagos de dos muchachas jóvenes.
Camila: Es la verdad, don Roberto y ya deje de considerarse viejo, que lo importante no es la edad, sino los sentimientos y la actitud.
María Belén: Bueno. Pues yo ya me voy para tu casa, Cami. Doña Ramona me ofreció estadía unos días mientras encuentro trabajo y ya me puedo ir más tranquila porque Nicolás está mejor.
Camila: En nuestra casita eres más que bienvenida, Mabel. Quédate los días que quieras y sobre el trabajo, yo te puedo ayudar a conseguir uno, así que no te preocupes.
María Belén: ¡Mil gracias, Cami! Eres la mejor amiga.
Roberto: Si necesitas trabajo, yo puedo ofrecerte uno en mi casa, María Belén.
María Belén: (sorprendida) ¿De verdad?
Roberto: ¡Por supuesto! Sólo es cuestión de que me digas qué sabes hacer y yo te ubico en algún cargo.
María Belén: Pues yo no soy estudiada, así que lo único que sé hacer es limpiar, barrer, sacudir, lavar la ropa y esas cosas.
Roberto: Entiendo. ¿Un trabajo de empleada doméstica es lo que necesitas? Yo te lo doy. Es más. Camila y yo también nos vamos ya y puedes venir con nosotros para que mañana mismo comiences. ¿Qué dices?
María Belén: (indecisa) La verdad me da pena con usted, don Roberto. No sé...
Camila: ¡Ay, Mabel! No te vayas a poner con esas. Acepta la oportunidad de trabajo que te está dando don Roberto. Oportunidades como estas no se dan todos los días. ¡Anda!
Roberto: Deja que sea tu amiga la que decida, Camila. Aunque no acepte, lo entenderé.
María Belén: Es que recién nos acabamos de conocer y me da vergüenza que piense que soy una aprovechada.
Roberto: ¡Para nada! Además, he sido yo quien te ofreció el trabajo. No fuiste tú quien me lo pidió, así que no tienes por qué sentir vergüenza de nada.
María Belén: Bueno, pues Camila tiene razón y no todos los días le dan a uno propuestas de trabajo y menos señores buenos como usted. Es que ya he tenido problemas en otros trabajos y soy muy desconfiada por eso.
Roberto: Entonces, ¿es un sí?
María Belén asienta con la cabeza sonriéndole a don Roberto.
Roberto: Me da mucho gusto que hayas aceptado. Conmigo no tendrás ningún problema y tendrás todos los beneficios a los que una empleada tiene derecho.
María Belén: ¿Beneficios?
Camila: Sí, Mabel. Esas cosas de seguro, salud y prestaciones.
Roberto: Pero ya hablaremos de esos asuntos en mi casa y te explicaré mejor todo.
En eso, los tres notas que hay algo de alboroto en el hospital. Dos enfermeras pasan murmurando.
Enfermera 1: Vinieron dos policías para arrestar a la mujer que mató al paciente de la habitación 209.
Enfermera 2: (sorprendida) ¿El que ingresaron anoche por un accidente de coche?
Enfermera 1: Sí ese mismo. ¡Mírala! ¡Ahí viene esposada!
Las enfermeras se quedan curioseando cómo dos policías vienen por ese mismo pasillo llevando esposada a Sandra. María Belén se desconcierta y se acerca.
María Belén: Sandra, ¿la mujer de la que están diciendo que echó un paciente eres tú?
Sandra mira a María Belén con rabia y odio, pero no responde nada. A lo lejos, Camila también se sorprende y los policías proceden a llevarse a Sandra para la delegación.
INT. / CASA ROBLES / DÍA
Piedad ha terminado de limpiar las escaleras de todo rastro de sangre de los escalones con una trapeadora. Valentina sigue inconsciente. En ese momento tocan el timbre.
Piedad: (mirando el reloj en la pared) Debe ser el idiota novio de Mary.
Piedad va al cuarto de aseo y mete la trapeadora en una especie de armario. Luego, se dirige a abrir la puerta, pero, antes de hacerlo, cierra los ojos unos segundos y cuando los abre, su mirada se torna a la de Mary. Al abrir la puerta, Mary ve que efectivamente es Damián.
Damián: Hola, mi amor (Entra y la besa). ¿Ya estás lista? Es hora de irnos.
Mary: Sí. Lo sé. Pero antes tenemos que deshacernos de alguien.
Damián: (extrañado) ¿Qué quieres decir?
Mary toma de la mano a Damián y lo lleva hasta las escaleras. Éste se sorprende al ver a Valentina tendida en el piso e inconsciente.
Damián: (asustado) ¿Quién es ella?
Mary: Es una tipa que no conocía. Parece que iba a ser la nueva sirvienta. El caso es que oí unos ruidos y cuando salí de mi cuarto la encontré así (Miente). No sé a ciencia cierta qué le pasó.
Damián: ¿Ya comprobaste si está muerta?
Piedad: Sí, pero no lo está. Tenemos que deshacernos de ella porque me pueden acusar de que fui yo quien le hizo algo y eso me puede meter en problemas.
Damián: Lo único que podemos hacer es llevarla a un hospital.
Mary: No podemos hacer eso, Damián. Nos pedirían datos. Mejor dejémosla tirada en alguno de esos barrios donde tiran la basura. Ya la encontrará otra persona y la ayudará. Hagámoslo a mi modo, ¿sí?
Mary le acaricia el rostro a Damián, tratando de convencerlo con su mirada fingidamente inocente. Damián le sonríe y asienta con la cabeza.
Damián: Está bien, mi princesa. A tu modo.
Mary: ¡Mil gracias, mi amor! Pero tenemos que apurarnos antes de que Rodolfo salga de la empresa. Me conozco perfectamente sus horarios.
Damián: Entonces, no hay tiempo que perder. ¡Ese perro tiene que pagar por lo que te hizo hoy mismo!
Minutos después, ya está cayendo el día. Isis está esperando afuera de la casa Robles alejada a una distancia prudente en el taxi que había tomado. El taxista inclusive se durmió y tiene la cabeza recostada en el volante, roncando.
Isis: (exasperada) ¡Joder! ¿Por qué no sale ese crío? Hace minutos que entró.
De repente, Isis observa que Damián y Mary salen de la casa cargando “algo” envuelto en una sábana negra. Están cargando a Valentina a la cual meten en la cajuela a un auto.
Isis: (gritando muy asustada) ¡Mi madre! ¡Un muerto!
Taxista: (despertándose) ¿Qué pasó?
Isis: Escúchame muy atento, idiota. No pierdas bajo ninguna circunstancia a ese auto en el que van aquellos dos (Le señala). Síguelos si es preciso hasta el fin del mundo, pero no los pierdas de vista.
Taxista: ¿Y cómo me garantiza que va a pagarme?
Isis: (tocándole la entrepierna) Eso lo veremos luego, querido (Le guiña el ojo y el taxista se asusta). Pero ahora preocúpate por hacer lo que te pido.
El taxista obedece a la simpática Isis. Mary y Damián se suben al auto en donde metieron a Valentina. Es ella quien conduce y en cuanto arrancan, el taxista comienza a seguirlos, sin que se den cuenta.
INT. / SUCURSAL DE LA BEAUTÉ, ESTACIONAMIENTO / NOCHE
Rodolfo sale de la empresa. Es de noche ya y mientras se dirige a su auto revisa notificaciones en su celular.
Rodolfo: Tengo cinco llamadas perdidas de Dorotea. ¿Qué querría?
El hombre decide devolverle la llamada a la empleada.
INT. / CASA ROBLES / NOCHE
Dorotea acaba de llegar a la casa del hospital, después de haber averiguado noticias de Nicolás y escucha que está timbrando su celular, por lo que se apura a sacarlo de su bolso y contestar.
Dorotea: ¿Bueno?
Rodolfo: Dorotea, soy yo.
Dorotea: (aliviada) ¡Don Rodolfo! ¡Qué bueno que me llama! Disculpe que no reconociera su número, pero como soy corta de vista, no alcancé a ver el contacto en la pantalla.
Rodolfo: Sí, sí. No importa. Vi que estuviste llamando y apenas vengo a revisar mi celular. ¿Pasó algo?
Dorotea: (mortificada) Desafortunadamente, sí. El joven Nicolás no pasó la noche en casa. Tuvo un accidente muy trágico ayer y justo acabo de llegar del hospital.
Rodolfo: (molesto) ¿Estuviste por fuera y dejaste la casa sola?
Dorotea: Pero señor. ¿Qué importaba la casa? Era más indispensable que fuera a averiguar por su hijo.
Rodolfo: Ese no es tú problema. Lo que pase con Nicolás debe tenerte sin cuidado.
Dorotea: Me parece increíble que me diga eso en un momento en que lo primero para usted debería ser preocuparse por el estado de Nicolás. ¡Se trata de su hijo!
Rodolfo: (indiferente) ¿Un hijo que me detesta? ¡Por favor, Dorotea! Déjate de cursilerías. Ese lazo es sólo sanguíneo y no significa nada más. Aparte Nicolás está bastante grande como para no saberse cuidar solo. Allá él.
Dorotea: (sorprendida) Lo oigo y no lo puedo creer. ¿Tiene usted idea de cuánto lo necesita su hijo ahora? ¡Casi se muere! Y por culpa del accidente quedó ciego.
Rodolfo: No pienso ponerme a discutir ese tipo de cosas por teléfono y mucho menos contigo. ¿Desde cuándo me recriminas lo que haga? Déjate de atrevimientos.
Rodolfo le cuelga el celular a Dorotea. Ésta, en la casa, guarda su celular, solloza sin poder creer la indiferencia de Rodolfo hacia al accidente de Nicolás.
Dorotea: Por Dios. Pobre de mi niño con esa clase de desgraciado que tiene por padre (Se limpia los ojos muy molesta). ¡Valentina! ¿En dónde andas? Ya llegué…
Dorotea se extraña al no recibir respuesta de Valentina. Por su parte, en el estacionamiento, Rodolfo se guarda su celular sintiéndose molesto por la breve plática con Dorotea y se dirige a su subir a su auto. El hombre se sorprende al verlo con el parabrisas quebrado y las llantas desinfladas.
Rodolfo: (furioso) ¿Qué demonios significa esto?
De repente, una persona con guantes negros le pone un pañuelo a Rodolfo en la nariz. El pañuelo está oliendo a una droga especial para dejarlo inconsciente. Rodolfo intenta soltarse, pero rápidamente empieza a perder el conocimiento hasta desvanecerse en el piso y desmayarse.
La cámara de abajo hacia arriba va subiendo hasta enfocar el rostro de Damián, quien mira a Rodolfo con un profundo desprecio.
EXT. / DESCAMPADO / HORAS DESPUÉS
Hay un gran silencio que sólo se oye interrumpido por el canto que emiten los grillos entre la hierba. Rodolfo comienza a abrir los ojos con dificultad, sudando aparatosamente y se encuentra atado al tallo de un árbol con una soga, que, a su vez, está mezclado con unos cables.
Rodolfo: (asustado) ¿Qué es esto? (Gritando) ¿Qué rayos es esto? (Respirando agitado) ¡Auxilio!
De repente, Mary aparece ante Rodolfo caminando con vanidad y sonriendo con malicia, seguida por Damián quien sostiene una cubeta con agua helada.
Rodolfo: ¡Piedad! (Anonadado) Piedad, ¿qué significa esto? ¿Qué me hiciste, estúpida?
Mary: (a Damián) ¡Mójalo!
Damián da un paso hacia adelante y le arroja toda el agua helada a Rodolfo, quien cada vez se desconcierta más sobre lo que pasa.
Rodolfo: ¿Estás loca, desgraciada? ¡Bájame ahora mismo de aquí! ¿Qué pretendes?
Damián: ¡Cállate, perro! (Le pega un puño en la cara) ¿Qué pensabas? ¡Ella no está sola! No debiste ponerle un solo dedo encima para tocarla con tus asquerosas manos (Le pega otro puño).
Rodolfo: (furioso) ¿Por qué me golpeas imbécil? ¿Quién te has creído?
Damián: ¿Todavía tienes el cinismo de preguntarme el motivo por el que te golpeo? ¿De verdad quieres que te lo recuerde?
Damián le pega furioso otro puño en el estómago al punto de que Rodolfo pierde el aire y el habla. Mary abraza a Damián por detrás y le da un delicado beso en el oído
Rodolfo: (hablando sin aire) Piedad… Piedad, explícame qué haces. ¿Quién es él? ¿Qué es todo esto? Desátame.
Mary: (a Damián) Mi amor, déjame a solas un momento con este viejo desgraciado. Yo te haré una seña cuando termine de decirle un par de verdades y haces lo que te dije.
Damián: Esto lo hago sólo por ti, porque te quiero. No quiero sentirme un asesino.
Mary: (susurrando) No lo somos. Sólo vamos a hacer justicia. Matar lacras como ésta no podría ser considerado asesinato y, además, sólo lo vamos a saber tú y yo.
Mary acaricia el rostro de Damián y le da un breve beso en los labios. Él le sonríe levemente y se retira a una distancia prudente. Ninguno se percata de que muy a lejos, escondida tras un árbol, está Isis, observando aterrada todo.
Isis: (susurrando) ¡Ay, mi Dios! Ese es el viejo escurrido de Rodolfo Robles. No entiendo qué tiene que ver Damián en todo esto. ¿Qué está pasando?
Isis, muy nerviosa, saca su celular de su bolsito y marca el número de la policía. Mary, por su parte, se acerca a Rodolfo y le da una sonora cachetada. Rodolfo nota que la mirada de la mujer no es la misma de Piedad, sino una diferente, la de Mary.
Rodolfo: ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Qué pretendes hacer, perra? (Le grita muy desesperado).
En un momento, casi que fugaz, la mirada de Mary cambia a la de Piedad. Ella le sonríe con burla y saca de entre su ropa un cuchillo. Rodolfo, al ver el cuchillo, abre los ojos sintiéndose mucho más aterrado.
Piedad: Nunca debiste haberme obligado a acostarme contigo. ¿Tienes idea de cómo me sentía con cada beso, con cada caricia que me dabas? ¡Me violaste, imbécil! Y eso es algo que nunca te voy a perdonar.
Rodolfo: ¿De qué estás hablando? ¡Yo nunca te he violado!
Piedad enfurece y corta a Rodolfo con sutileza en el rostro.
Piedad: ¿Estás seguro que nunca lo hiciste? ¿Qué hay de noche cuando llegaste y me tomaste por la fuerza? Ya de por sí sentía asco y repudio cada vez que tenía que sacrificarme acostándome contigo, pero me aguantaba. ¿Y sabes por qué? ¡Porque era yo la que tenía voluntad!
Rodolfo: (desconcertado) Yo pensaba que…
Piedad: (burlona) ¿Qué pesaste? ¿Qué yo estaba contigo por gusto? ¡Claro que no! Mi único objetivo todo este tiempo ha sido quedarme con tu dinero. Ubícate, Rodolfo. ¿Quién podría amar a un vejete como tú y todavía disfrutarlo en la cama? Ja, ja, ja.
Rodolfo: (furioso) ¡Eres una perra desgraciada! ¡Estás enferma!
Piedad: ¡Cállate! (Lo corta de nuevo en el rostro) ¿Sabes qué pienso hacer contigo? (Va acercándole el cuchillo a la entrepierna).
Rodolfo: (aterrado) ¡No! ¡No te atrevas! (Grita desgarrado) ¡No lo hagas, por favor!
Piedad: Si quieres que te perdone la vida, vas a tener que firmar un documento a mi favor.
Rodolfo: ¡No pienso firmarte absolutamente nada!
Piedad mira a Rodolfo y acerca más el cuchillo al miembro de él. Rodolfo rompe a llorar desesperado e impotente por no poder soltarse.
Rodolfo: ¡Está bien, está bien! Firmaré lo que quieras, pero no lo hagas (Llorando muy asustado).
Piedad suelta una carcajada al ver tan asustado a Rodolfo. Tira al cuchillo a la hierba y la hace una seña a Damián para que se acerque. Damián se acerca y le entrega a Piedad una pluma y un documento.
Damián: ¿Qué quieres que haga, mi amor?
Piedad: (fingiendo ser Mary) Desátale la mano derecha para que pueda firmar el documento.
Damián obedece y desata el brazo derecho de Rodolfo. Piedad le entrega el lapicero y pone frente a él el documento.
Piedad: (a Rodolfo) Firma donde está la “x” con caligrafía bien legible. ¿Entendido?
Rodolfo se prepara para firmar el documento, pero se detiene al oír sirenas de policía acercándose.
Damián: (asustado) ¡La policía!
Piedad: (furiosa) ¡Demonios! ¡Tiene que ser una broma!
Damián: Mary, tenemos que irnos ahora.
Piedad: ¡No pienso irme sin que Rodolfo me firme el documento! Es mi única oportunidad
Damián: Pero nos pueden atrapar. ¿Eso quieres? No podemos ir a la cárcel.
Piedad: ¡No nos van a atrapar, idiota! Escúchame bien. Ve y haz lo que planeamos ahora mismo. Yo obligaré al viejo a que firme.
Damián: (indeciso) Pero…
Piedad (histérica): ¡Obedéceme! Ahora no es momento de irse para atrás ni mucho menos de acobardarse. ¡Haz lo que te digo!
Damián asienta con la cabeza y se va corriendo hacia la parte trasera de una bodega abandonada. Destapa una caja de luz eléctrica que arriba tiene pegado un anuncio diciendo: “Peligro. ¡Alto voltaje!” y, del piso, agarra unos cables que son los mismos a los que está atado Rodolfo. Esos cables los conecta rápidamente a unos agujeros de la caja de energía.
Por otra parte, Piedad obliga a que Rodolfo firme el documento. Las sirenas de policía cada vez se oyen más cerca.
Piedad: ¡Firma el maldito documento de una buena vez si no quieres que te castre!
Rodolfo frunce el ceño y arroja el lapicero a la hierba.
Piedad: ¿Qué haces, viejo desgraciado?
Piedad saca el cuchillo y se acerca para amenazar a Rodolfo, pero éste, en una maniobra rápida, le arrebata el cuchillo a Piedad con la mano derecha y le hace una cortada en el rostro.
Piedad (adolorida): ¡Argh!
Piedad se vuelve adolorida el rostro, momento que Rodolfo aprovecha para jalarla del pelo y aprisionarla con él ahorcándola con su brazo.
Piedad: (tratando de soltarse) ¡Suéltame!
Rodolfo: ¡No te vas a escapar tan fácilmente! Sólo espera a que llegue la policía para refundirte en la cárcel, perra miserable.
Entretanto, Damián termina de conectar los cables a la caja eléctrica y justo cuando la va a activar de una palanca, Isis lo detiene.
Isis: ¡Damián, espera!
Damián: (sorprendido) ¡Madrina! ¿Qué haces aquí?
Isis: No lo hagas, hijo. No vayas a hacer lo que piensas, por Santa Teresa. ¡Vas a matar al viejo escurrido con aquella mujerzuela!
Damián: (molesto) ¿Me seguiste? ¿Cómo pudiste ser tan metiche? ¡Esto no te incumbe! Lárgate
Isis: Se me hizo extraña tu actitud. Debía saber qué pasaba contigo y acerté sospechando que no era nada bueno. Por favor mi niño, no lo hagas. ¡Irás a la cárcel!
Damián: Lo siento, pero no pienso detenerme…
Isis: ¡No, Damián!
Isis corre para detener a Damián, pero en ese momento, él activa la luz eléctrica de la caja que viaja a través de los cables a los que está enredado Rodolfo. Tanto éste como Piedad comienzan a electrocutarse, ella por estar siendo sujetada del cuello por él. Esa misma energía comienza a consumirlos, principalmente a Rodolfo por estar empapado de agua, mientras que Piedad intenta soltarse con todas sus fuerzas, pero en vano, pues la energía la paraliza.
CONTINUARÁ…