María Belén se resiste y le pega en la entrepierna a Agapito. Éste se arrodilla en el piso de dolor. La joven sale corriendo a la vez que cojea.
Agapito: ¡Tonta malagradecida! ¡Deberías agradecer que un tipo como yo me haya fijado en una coja como tú! (Le grita adolorido).
María Belén sólo ignora sus palabras mientras cojea en medio de la lluvia hacia la salida de la vecindad. Ella se recuesta en una pared y rompe a llorar. Al otro lado de la carretera, Nicolás está en su auto, a punto de irse, cuando ve a María Belén, por lo va hacia ella y le grita desde la ventanilla.
Nicolás: ¡Oye! ¿Qué haces ahí mojándote?
María Belén se sorprende al verlo.
María Belén: (limpiándose las lágrimas) Es que... mi madrina no me dejó entrar a su casa... Me echó (Baja la cabeza).
Nicolás: (sorprendido y apenado) ¿Cómo? ¿Y no tienes a dónde más ir?
María Belén niega con la cabeza sin poder evitar que las lágrimas se le derramen. Nicolás se queda pensativo unos segundos y acto seguido, se baja del auto en medio de la lluvia y va hacia María Belén.
Nicolás: Ven (La toma de la mano). Yo te voy ayudar. Sube a mi coche.
María Belén mira a Nicolás sorprendida sin saber qué decir. Él le sonríe para infundirle confianza
Nicolás: Si nos quedamos aquí nos vamos a resfriar. Ven conmigo.
María Belén: (indecisa) Pero...
Nicolás: Iremos a mi casa. Hablaré con mi mamá y de seguro ella va a estar de acuerdo en que te quedes por esta noche.
María Belén continúa indecisa.
INT. / CASA ROBLES / NOCHE
Rodolfo llega a su casa. Tira el maletín sobre un sofá y justo cuando va a subir las escaleras, Lucrecia aparece.
Lucrecia: ¿Puedo saber por qué llegas a esta hora, Rodolfo?
Rodolfo: ¿A qué viene esa pregunta? Tuve una junta de última hora con unos socios de la sucursal (Miente).
Lucrecia: No veo por qué me lo dices en ese tono como si estuvieras todo el tiempo a la defensiva.
Rodolfo: (molesto) Son ideas tuyas. Igual de paranoica que siempre. ¿Sabes qué? Estoy muy cansado. No estoy para oírte ahora.
Lucrecia: Tan siquiera podrías decirme si vas a cenar. Tu comida se quedó servida.
Rodolfo: No tengo hambre. Mejor iré a darme una ducha.
Rodolfo sube las escaleras, dejando a Lucrecia pensativa.
INT. / CASA DE AGAPITO / NOCHE
Sandra espera a Agapito, recostada en la cama mientras lee una revista. En eso llega él, malhumorado y mojado por la lluvia.
Sandra: (seria) ¿Se puede saber a dónde habías salido tan tarde y para ver a quién?
Agapito: (molesto) Ahora no estoy para tus reclamaciones estúpidas, Sandra (Se sienta en la cama y se quita los zapatos). Estoy cansado. No me molestes.
Sandra: Sólo espero que no me andes viendo la cara con otra porque eso sí no te lo pienso tolerar. ¿Me oíste?
Agapito: (gritando) ¡No empieces con tus malditos celos! Todos los días es lo mismo. ¡Ya me estás haciendo perder la paciencia!
Sandra: ¡Yo no quiero que me dejes por andar detrás de cualquier prostituta! ¿Por qué no entiendes que no quiero perderte?
Agapito: (con burla)! ¿Ya se te olvidó tan fácil que tú también fuiste una? (La coge bruscamente de la cara). Será mejor que cambies esa actitud, Sandrita, si no quieres que te saque a la calle y vuelvas a ese mundo. Estás advertida.
Sandra: (furiosa) ¡No te atreverías!
Agapito: (soltándola) Pruébame y ya lo veremos.
Agapito se levanta de la cama y sale del cuarto. Sandra se queda derramando lágrimas de ira y aprieta los puños.
INT. / CASA ROBLES, PASILLO / NOCHE
Nicolás está hablando con Lucrecia.
Lucrecia: (aliviada) ¿Hijo, en dónde estabas? ¿Por qué llegas a esta hora? Me tenías preocupada.
Nicolás: Me pasó algo cuando venía para acá. Casi atropello a una chava por la autopista.
Lucrecia: (preocupada) ¿Y ella está bien? ¿No le hiciste daño?
Nicolás: De hecho, la traje aquí. Está en la sala esperando.
Lucrecia: (sorprendida) ¿Está en la sala? ¿Pero por qué? No entiendo.
Mientras ellos hablan, se enfoca a María Belén de pie, en la sala de la casa, afligida y empapada, abrazándose a sí misma.
Nicolás: Me dijo que su madrina la echó de su casa por haber llegado tarde y en parte fue mi culpa. Por eso me ofrecí a ayudarla y la traje para que pasara la noche aquí.
Nicolás y Lucrecia van a la sala en donde los espera María Belén. Lucrecia, al verla, siente lástima por ella.
María Belén: (avergonzada) Buenas noches, señito.
Lucrecia: Ya Nicolás me habló de lo que pasó. ¿Cuál es tu nombre, muchacha?
María Belén: María Belén. Me da reteharta vergüenza con usted y con su hijo, que me vean en estas fachas, pero es que...
Nicolás: (la interrumpe) No te preocupes. Mamá, ¿qué opinas? ¿Estás de acuerdo en que María Belén pase esta noche en casa?
Lucrecia: (indecisa) No sé, Nicolás. Recuerda que ella es una completa desconocida y no sería seguro. Espero que no me lo tomes a mal muchacha.
María Belén: No, yo entiendo, mi doña. Usted tranquila (Les sonríe). Es mejor que yo me vaya y mire en dónde quedarme. No los quiero molestar. Gracias por la buena intención.
María Belén intenta irse, pero Nicolás la detiene.
Nicolás: ¡Espera! Yo confío en que tú no eres ninguna ladrona. Te puedes quedar en uno de los cuartos de servicio y ya mañana temprano te vas. ¿No, mamá?
Lucrecia: Pero Nicolás...
Nicolás: Yo me responsabilizo de María Belén si eso es lo que te preocupa.
Lucrecia: (resignada) Está bien, que se quede por esta noche.
María Belén: (sonriendo) ¿De veras me puedo quedar?
Lucrecia: Sí, muchacha. Después de todo, no tienes a dónde más ir y hay que ser hospitalarios con el desvalido.
María Belén: Muchísimas gracias. ¡La virgencita me los bendiga a los dos! ¡Gracias!
Lucrecia: Voy a decirle a Dorotea que prepare uno de los cuartos de servicio para María Belén.
Lucrecia se retira.
María Belén: ¡Qué buena onda es tu mamá! Y bueno, tú también que, sin conocerme, me estás ayudando.
Nicolás: ¿Y qué vas a hacer mañana? Si tú quieres, te acompaño hasta la vecindad y hablo con tu madrina para explicarle que si llegaste tarde fue por mi culpa.
María Belén: Es que mi madrina no me echó tanto por eso, sino por haberle llegado sin lana a la casa.
Nicolás: (extrañado) ¿Cómo es eso?
María Belén: Mañana te lo explico (Le sonríe).
INT. / VECINDAD / AL DÍA SIGUIENTE
Camila lleva rato tocando en la casa de Amarguras y está lista para irse al trabajo.
Camila: (tocando) ¡María Belén! ¡Mabel!
Amarguras, dentro de su casa, se dirige a abrir, con su pijama puesto, rulos en el pelo y una mascarilla en el rostro.
Amarguras: (gritando) ¡Ya voy carajo que me van a tumbar la puerta! (La abre).
Camila: (asustada) ¡Ay, por Dios! ¡Casi me mata de un susto, doña! ¿Cómo se le ocurre abrir la puerta así?
Amarguras: (abriendo los ojos como platos) ¿Viniste a burlarte de mi tratamiento de belleza?
Camila: (sarcástica) ¿Tratamiento de belleza? Pero si parece una momia.
Amarguras: (ofendida) ¿Cómo? Mejor lárgate de aquí que no se te perdió nada (Tratando de cerrar la puerta).
Camila: Espérese. Yo venía no más a hablar con María Belén. ¿Ya salió a ser explotada, digo a trabajar?
Amarguras: Esa coja zarrapastrosa ya no vive más en esta casa, así que no la vuelvas a buscar
Camila: (extrañada) ¿Cómo? No me diga que por fin la Mabel sacó las uñas y la puso como comino, doña Amarguras.
Amarguras: ¡Nada de eso! Yo la eché porque ya no la necesito (Petulante). Sólo estorbaba en mi casa esa buena para nada. Ahora sí, con tu permiso, voy a seguir con mi tratamiento de belleza, Carolina.
Camila: (la corrige) Me llamo Camila
Amarguras: Como sea. Vete ya.
Amarguras le cierra la puerta a Camila.
Camila: (en voz baja) Se cree la gran cosa la vieja esta y venida a ver. ¿Cómo será eso de que María Belén no vive ya con ella?
Camila se queda extrañada.
INT. / CASA ROBLES / DÍA
Nicolás acaba de darse una ducha y ya se ha vestido. Baja al cuarto de servicio en donde pasó la noche María Belén y toca.
Nicolás: María Belén (Tocando). María Belén, ¿estás ahí?
Nicolás sigue tocando y se extraña, pues María Belén no le habla, por lo que procede a entrar al cuarto.
Nicolás: María Be... (Se detiene al ver la cama tendida).
El joven va hasta el comedor. Lucrecia desayuna y Dorotea, la sirvienta le sirve el jugo de naranja en un vaso.
Nicolás: Buenos días, mamá (Se acerca a ella y la besa en la frente).
Lucrecia: Buenos días, Nicolás. ¿Vas a desayunar?
Nicolás: Eh, sí. Más bien te quería preguntar si has visto a María Belén. Fui a su cuarto y no la vi.
Lucrecia: La verdad no, no la he visto. Dorotea, ¿tú has visto a María Belén, la muchacha que se quedó anoche?
Dorotea: Ella salió muy temprano en la mañana. Me dejó dicho que les agradecía mucho el haberla ayudado, pero que se iba para no causarles más molestias.
Nicolás desencaja un poco el rostro al oír eso.
EXT. / AUTOPISTA / DÍA
María Belén está limpiando el parabrisas de un carro aprovechando un semáforo en rojo. La muchacha utiliza un trapo blanco y un desinfectante en espray. Una vez termina, se acerca a la ventanilla del carro y el conductor le da un par de monedas.
María Belén: (sonriéndole) Gracias, señor.
María Belén se aleja y se mete las monedas en el bolsillo, mirando hacia el cielo.
María Belén: ¡Ay, Señor! Ayúdame a recoger la suficiente pana pa' que mi madrina se contente y me deje vivir otra vez en su casa.
Sin embargo, María Belén no se ha percatado que a lo lejos es observada por Agapito, detrás de un árbol.
INT. / SUCURSAL DE LA BEAUTÉ, BAÑOS / DÍA
Piedad se mete su celular entre los pechos. La ambiciosa muchacha se mira al espejo y Mary aparece tras ella.
Mary: ¿Estás lista? Recuerda que tu futuro está de por medio.
Piedad: (mirando el reflejo en el espejo) Claro que sí. Lo tengo muy en cuenta, Mary. No te preocupes.
Piedad sale del baño caminando con elegancia. Toma una carpeta de su puesto de trabajo y luego entra sin tocar a la oficina de Rodolfo, quien revisa unos documentos, muy concentrado.
Piedad: (cerrando la puerta) Con permiso, licenciado Robles.
Rodolfo: (serio) Piedad. Te he dicho que no entres con esa confianza a mi oficina. Pueden sospechar algo.
Piedad pone la carpeta sobre el escritorio y se sienta en las piernas de Rodolfo.
Piedad: Discúlpeme, pero no podía dejar de pensar en usted. Me era imposible concentrarme en mi trabajo con solo acordarme de todo lo que me hace sentir (Jugando con la corbata de Rodolfo).
Piedad besa a Rodolfo, pero este le aparta el rostro incómodo.
Rodolfo: Ahora estoy ocupado. No tengo tiempo para...
Piedad: ¡Sh! (Le pone el dedo índice sensualmente en la boca para callarlo) Sólo déjese llevar…
Piedad vuelve a besar a su jefe, pero esta vez él le corresponde con más intensidad. En un momento dado, Piedad se saca rápidamente el celular de los senos sin que Rodolfo se dé cuenta y lo activa a grabar en video, para luego ponerlo en la zanja de la ventana de la oficina.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, HABITACIÓN DE DON ROBERTO / HORAS DESPUÉS
Camila le acaba de dar su medicina a don Roberto. Éste reposa en la cama, mirando como de costumbre la foto de su difunta esposa.
Camila: Bien, don Roberto. Ya son más de las seis y le di su medicina. Como es cada doce horas que se la debe tomar, le voy a indicar a la empleada que se la vuelva a dar a las seis de la mañana.
Roberto: Gracias por estar siempre tan al pendiente de mí, Camila. Te puedes ir.
Camila: Don Roberto, yo sé que vive muy atormentado por el recuerdo de su esposa y que sueña con encontrar a su hija, pero eso no le hace bien a su problema pulmonar.
Roberto: (sonriendo forzado) No es tan fácil olvidarse del pasado y más con la incertidumbre de saber si mi hija vive o no.
Camila: (se sienta al lado de él y lo toma de las manos) Yo le prometo que lo voy a ayudar a encontrar a su hija, sólo si usted también me promete que va a tratar de no mortificarse tanto.
Roberto: (riendo) Está bien, Camila, te lo prometo.
Camila: Así se ve mucho mejor, don Roberto, riéndose. Ya verá que, si el destino está deparado para que usted encuentre a su hija, así va a ser. Téngalo por seguro.
Roberto: (suspirando) Eso espero
Camila: (levantándose) Bueno, yo ya me voy. Que esté bien.
Roberto: Para ti también, hija. Cuídate (Le sonríe)
Camila sale del cuarto del anciano y mientras camina por el pasillo, se topa con Damián. Los dos al verse se sonríen.
Damián: ¿Te vas ya para tu casa?
Camila: Eh, sí. Más o menos a esta hora salgo todos los días. Iba a recordarle a la empleada la hora en que le debe dar la medicina a don Roberto.
Damián: Se nota que él te tiene mucha estima. ¿Trabajas hace mucho para él?
Camila: Hace poco más de un año. Apenas terminé la carrera de enfermería, él fue la primera persona que confió en mí y me dio trabajo. Yo también le tengo mucho cariño. ¿Tú no estudias alguna carrera o algo?
Damián: Sí, de hecho estudio en España, pero estoy de vacaciones.
Camila: Pensé que tu madrina y tú se iban a quedar definitivamente en México.
Damián: Tal vez mi madrina sí, pero yo tengo que volver a España. Ya suspendí mis estudios una vez por algo trágico que me pasó y no quiero volverlos a suspender.
Camila: (extrañada) Ya veo. A propósito de tu madrina, trata de que no le cause muchos disgustos a don Roberto. No queremos que sea culpada de homicidio (Se ríe levemente con Damián).
Damián: Tienes razón, no te preocupes. Voy a tratar de controlarla y hablando de ella, hace rato que no la veo. Me pregunto en qué andará.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, CUARTO DE ISIS / DÍA
Todo el cuarto de La señorita Isis está oscuro, solo iluminado por un par de velas que ella le ha prendido a una estatua de Santa Teresa. La mujer se arrodilla y mira la santa.
Isis: Mi querida Santa Teresa. Vengo a presentarte una súplica especial, algo que me urge en cuanto antes. ¡Mándame un hombre, un marido! ¡Un chaval de veinte años! ¡Lo que sea, pero échame la mano! (Desesperada) Me hago vieja y ya no puedo seguir usando bótox porque aquí entre nos, me está costando un ojo de la cara y dinero es lo que no tengo, mi amor.
Sin que Isis se dé cuenta, una de las veladoras ha empezado a incendiar una punta de su vestido. Ella empieza a oler a quemado.
Isis: (olfateando) ¿Y ese olor? No puedo ser yo. Me bañé hoy.
Isis se levanta y al darse cuenta que su vestido se está incendiando, abre los ojos como platos.
Isis: ¡Joder! ¡Mi vestido! (Intenta apagarse el fuego con una almohada) ¡Auxilio, me quemo! ¡Ayuden a esta pobre dama! ¡Alguien escúcheme, por Santa Teresa!
Isis se desespera a intenta apagarse el fuego como puede correteando por toda la habitación. A su socorro, acuden don Roberto caminando son su bastón y Damián.
Damián: (asustado) ¡Madrina!
Damián intenta apagar el fuego con un cuadro de la pared pegándole a Isis en la parte del vestido que se está quemando, pero el fuego no cesa y se hace más grande.
Isis: (aterrada) ¡Llamen a la policía, los bomberos, el servicio secreto, el FBI, lo que sea! ¡Este vestido lo gané en un remate, joder! ¿Dónde voy a conseguir otro?
Damián: ¡Quédate quieta, madrina! Así se me hace muy difícil (Pegándole más fuerte al fuego con el cuadro)
Don Roberto niega con la cabeza en silencio, entra al baño del cuarto y segundos después, el anciano sale con una manguera en mano.
Roberto: ¡Apártate Damián!
Damián se aparta y en ese momento, don Roberto apunta la manguera hacia Isis y la moja por completo extinguiéndole el fuego del vestido. Isis se siente morir de frío y empieza a tiritar.
Roberto: (molesto) ¡Tanto escándalo por nada! Damián ve a cerrar la llave del baño, por favor.
Damián: Sí, don Roberto (Se va).
Isis: Por todos los cielos. ¡Me dejaste empapada! ¡Moriré de hipotermia! En tu consciencia cargará la muerte de tu pobre hermana (Sollozando).
Roberto: (sarcástico) ¡Sí! ¡Como digas! ¿Qué demonios pretendías, Isis? ¿Quemar la casa con todos adentro? (Intenta pegarle con el bastón).
Isis: Te equivocas. Estaba prendiéndole unas veladoras a Santa Teresa para que me haga un milagro.
Roberto: Pues en vez de un milagro, parece que te quiso mandar al infierno por descuidada. ¡Te prohíbo volver a encender esas veladoras dentro de mi casa! ¿Entendido?
Isis: ¡Pero se trata de Santa Teresa!
Roberto: Ve entonces a una parroquia cercana y rézale a tu santa todo lo que quieras, pero dentro de mi casa no. Está decidido (Se va).
Isis: ¡Ya verás! ¡Santa Teresa te va a castigar por faltarle al respeto! ¡Blasfemo, hereje, pecador!
INT. / BAR "NOCHES DE ENSUEÑO" / DÍA
Amarguras está hablando con Sandra, quien se encuentra limpiando con un trapo la barra del bar.
Sandra: Lo siento mucho, doña Amarguras, pero yo no puedo hacerle ningún préstamo sin permiso de Agapito. Él se enojaría conmigo y yo sería la perjudicada.
Amarguras: Te prometo que, si me prestas la lana, yo hablaría con Agapito y así tú no tendrías ningún problema, Sandra. Es para apostar en un juego de póker.
Sandra: ¿Y no cree que ya es suficiente de andar apostando? Usted sabe que es malísima para esos juegos y siempre pierde lo que apuesta. Por eso es que les debe tanto dinero a Agapito y a tantos clientes.
Amarguras: Mis deudas con Agapito ya están saldadas. Inclusive él se encargó de pagarles a los clientes lo que yo les debía en apuestas.
Sandra: (extrañada) ¿Y por qué mi marido hizo eso?
Amarguras: (sonriendo con malicia) ¡Ay, Sandra! Yo no quisiera decirte esto, pero tu marido siempre le ha echado el ojo a mi ahijada, a la coja de María Belén.
Sandra: (furiosa) ¿Qué? Eso no puede ser.
Amarguras: Pues lo es, querida. Agapito es como todos y me propuso pagar mis deudas si yo echaba a la calle a María Belén para que él tuviera oportunidad de... ¿Cómo es que se dice?
Sandra: ¿Cortejarla?
Amarguras: ¡Exactamente! Con decirte que ya creía que esa escuincla estaba trabajando aquí, ocupando tu lugar y que Agapito ya te había mandado a volar a ti.
Sandra: ¡Yo lo sabía! (Pega un puño contra la barra) ¡Agapito es un desgraciado, perro! Sabía que había otra. Por eso me trata de la patada.
Amarguras: Ya lo ves, mija. Quién sabe en dónde podrá estar en este momento y con quién... (Lo dice tratando de sembrar intriga) Tal vez si tú me dieras el préstamo que necesito yo podría encargarme de echarte una mano y alejar a mi ahijada de tu marido.
Sandra: ¿Usted haría eso doña Amarguras?
Amarguras: Por supuesto. Somos amigas, pero ya sabes que todo trabajo, requiere una pequeña cuota generosa.
Sandra saca de la caja registradora varios billetes y sin dudarlo, se los entrega a Amarguras. Ella los recibe muy gustosa.
Sandra: ¿Con eso es suficiente para que aparte esa coja desgraciada de Agapito?
Amarguras: (contando los billetes) Claro que sí. No te preocupes. Tu marido no se va a ir con otra y mucho menos con María Belén.
Sandra: Eso espero, porque no voy a permitir que una coja como esa me quite mi lugar.
Amarguras se mete los billetes en los pechos, mirando muy maliciosa a la furiosa Sandra.
INT. / SUCURSAL DE LA BEAUTÉ / DÍA
Ya está cayendo el sol en la ciudad y los empleados terminan su jornada laboral. Rodolfo en su oficina, está alistándose para irse también, cuando de repente entra Piedad, cerrando la puerta tras sí.
Rodolfo: (molesto) ¡De nuevo lo mismo! ¿Eres estúpida, Piedad? ¿Por qué no puedes entender que a mí oficina no entras con esa confianza?
Piedad: ¿Cuál es el problema, licenciado? (Se sienta y cruza las piernas) Se estresa muy fácil por pequeñeces.
Rodolfo: ¿Pequeñeces? Mi mujer no puede darse cuenta por nada del mundo de esta relación. No me conviene que alguien de la empresa le vaya con el chisme, nos descubra y me pida el divorcio.
Piedad: Sí, sí. Eso ya me lo sé de memoria. Ni a usted ni a mí nos conviene porque ella es la dueña absoluta de la empresa. Yo sólo venía a pedirle algo...
Rodolfo: Habla rápido. Ya es hora de salida (Termina de ponerse el saco).
Piedad: He estado pensando sobre nuestra relación y llegué a la conclusión de que usted tiene razón, licenciado Robles. No queremos que nos descubran, así que se me ocurrió una idea.
Rodolfo: ¿Qué idea?
Piedad se levanta y se acerca de manera provocativa a Rodolfo.
Piedad: ¿Por qué no me transfiere de trabajo a su casa y me nombra como su asistente personal?
Rodolfo: (sorprendido) ¿Estás loca?
Piedad: (sonriéndole) ¿Por qué? ¿Acaso no le parece una buena idea para que estemos más cerca?
Rodolfo: (apartándose de Piedad) Tus ideas solo pueden ser producto de un cerebro hueco como el tuyo. Escúchame bien, Piedad (Le apunta con el dedo índice). Lo nuestro sólo es una aventura, algo para pasar el rato. No tenemos nada en serio.
Piedad: ¡Pero Rodolfo...!
Rodolfo: ¡Pero nada! (La toma de un brazo) Mejor salte ya de mi oficina y entiende de una vez que no te vas a interferir en mi matrimonio, mucho menos metiéndote en mi casa. Faltaba más...
Piedad: (soltándose) No merezco que me hable así. ¿Quién se ha creído? (Lo mira indignada).
Rodolfo: ¿Y quién te has creído tú para venir a mi oficina a hacerme propuestas tan estúpidas? Déjate de tonterías.
Piedad: Pues óigame bien, licenciado. Yo no soy cualquier mujer con la que a usted se le dé la gana de jugar. ¡No señor! ¡Conmigo no!
Rodolfo: (burlesco) Y ahora te haces la ofendida... ¡Por favor!
Piedad: Le aconsejo que cuide mejor la manera en que me habla (Se saca un CD del bolsillo del uniforme) Quiera o no, va a tener que darme el empleo de asistente en su casa si no quiere que este video vaya a parar a manos de su... querida esposa (Le sonríe cínica).
Rodolfo se desconcierta y le arrebata el CD a Piedad.
Piedad: Véalo. Le va a gustar, licenciado Robles.
Rodolfo prende su computador portátil. Espera a que se inicie y luego, pone el CD. Una vez que se empieza a reproducir el video que contiene dicho CD, Rodolfo se queda sorprendido al ver que Piedad grabó el momento en que tuvieron relaciones ese día.
Piedad: Fui a sacar varias copias en la hora del almuerzo y no creo que usted quiera que una de esas tantas copias no sólo pare en manos de su esposa, sino también en Internet y en televisión. ¿O sí?
Rodolfo: (cerrando el computador furioso) ¡Eres una perra desgraciada!
Piedad: Le agradezco el halago, pero más bien moléstese en darme el empleo de asistente. Yo sólo quiero que estemos más cerca porque, aunque no me crea, lo amo, licenciado (Se sienta en la mesa).
Rodolfo: ¡Lárgate de una vez de mi empresa! (La toma bruscamente de un brazo y la va sacando obligada de la oficina).
Piedad: (adolorida) ¡Oiga! ¡Me está lastimando!
Rodolfo: ¡No me importa! Ya que no tengo opción, pasado mañana comienzas, pero que te quede claro que nuestra relación termina aquí.
Piedad: Pero...
Rodolfo no deja que Piedad siga hablando y la echa fuera de su oficina, para luego dar un portazo. Piedad se queda furiosa y se soba el brazo del que la cogió Rodolfo.
Piedad: (susurrando) ¡Maldito viejo imbécil! Se va a arrepentir de haberme tratado así.
INT. / VECINDAD, CASA DE DOÑA RAMONA / DÍA
Camila llega a su casa, pensando en Damián. La muchacha sonríe. Doña Ramona está limpiando el humilde comedor.
Ramona: Hija, llegaste. ¿Cómo te fue?
Camila: Muy bien, mamá (Se sienta en un sofá) ¿Por aquí no ha habido nada nuevo?
Ramona: Pues no, aunque ya llegaron los recibos de la luz y el agua.
Camila: Sí, es cierto. No me acordaba que hoy llegaban. Mañana te doy el dinero para que los pagues.
Ramona: Viniste pensativa, mija. ¿Te pasó algo especial hoy en la casa del señor que cuidas?
Camila: No, no es nada (Piensa en Damián) Más bien ando preocupada por María Belén. Fíjate que fui esta mañana a hablar con ella, pero doña Amarguras me dijo que ya no vive ahí.
Ramona: (extrañada) ¿Y eso? ¿A dónde se fue esa muchacha?
Camila: Eso es lo que no sé. La vieja esa no me quiso decir nada, pero me da que la echó a la calle.
Ramona: (dejando de limpiar) Pues ahora mismo nos va a tener que decir en dónde está María Belén, por las buenas o por las malas.
Camila: ¿Y a poco cómo le vas a hacer?
Ramona: Ya vas a ver...
Doña Ramona sale de su casa y Camila sale tras ella.
EXT. / CALLES / NOCHE
María Belén ya ha terminado su jornada laboral y está cruzando un parque desolado. Agapito, quien la ha asechado todo el día, aprovecha y se para frente a ella para obstaculizarle el paso.
Agapito: (sonriéndole) Hola María Belén...
María Belén: (sorprendida) Don Agapito. Usted... ¿Qué anda haciendo por aquí?
Agapito: Me imaginé que vendrías a trabajar al mismo sitio de siempre, así que vine aquí para hablar contigo.
María Belén: (mirándolo con desconfianza) ¿Y hablar conmigo de qué o qué?
Agapito: Mira, yo sé que anoche no hablamos en los mejores términos o me di a entender mal, pero...
María Belén: (lo interrumpe) ¿Sabe qué? Mejor ahórrese las explicaciones. Ya le dije que no necesito de su ayuda. Yo me las puedo arreglar sola sin ayuda suya, así que gracias.
María Belén intenta irse, pero Agapito la toma bruscamente de un brazo.
Agapito: Tú no vas a ninguna parte, María Belén, si no es conmigo. ¡Vas a ser mi mujer quieras o no!
María Belén: ¿Qué le pasa? ¡Suélteme! ¡Me está apretando!
Agapito: Si tiene que ser por las malas, por las malas será, pero tú te vienes conmigo.
María Belén: (intentando soltarse) ¡Yo no voy a ir con usted a ninguna parte! ¡Ya, suélteme!
Agapito: (furioso) ¡Cállate!
Agapito la empuja y le pega una cachetada. María Belén grita adolorida y Agapito no se da a la espera y la arrincona contra un árbol, mientras le manosea las piernas e intenta desvestirla.
María Belén: ¡Déjeme! ¡No me toque! (Pegándole puños en el pecho) ¡Ayúdenme!
Agapito: ¡Que te calles! Tú vas a ser mía, aunque sea a la fuerza María Belén. Tuve que perdonarle a tu madrina muchas deudas por ti. Te voy a enseñar lo que es un hombre (Besándola por el cuello).
María Belén: (rompiendo a llorar) ¡NOOO! (Grita desgarrada) ¡Déjeme, viejo degenerado! ¡Suélteme! (Lo escupe).
Agapito pierde la paciencia y tira a María Belén al césped. Luego se abalanza sobre ella y le pega un puño en la cara.
María Belén: (adolorida) ¡Argh!
Agapito: (mirándola lujurioso) Te va a gustar. No seas tan arisca
La joven coja intenta quitárselo de encima mientras Agapito se desabrocha el cinturón sonriendo como un completo depravado, dispuesto a violarla. De repente, llega Nicolás.
Nicolás: (furioso) ¡Déjala, imbécil!
Nicolás toma de la camisa a Agapito para levantarlo y le pega fuertemente un puño en la cara. Agapito se intenta defender, pero Nicolás lo evade con habilidad y le pega otro puño, dejándolo noqueado.
Nicolás: ¡Imbécil! ¡Poco hombre! (Lo escupe y le da un par de patadas) ¡Te voy a enseñar a respetar a una mujer, desgraciado!
María Belén, entre lágrimas se sorprende al ver que ha sido Nicolás quien la ha salvado
CONTINUARÁ…