María Belén, entre lágrimas se sorprende al ver que ha sido Nicolás quien la ha salvado. Un par de personas pasan y miran curiosas. Nicolás se inclina y toma de la camisa a Agapito, quien está sangrando en el labio superior por los golpes.
Nicolás: (furioso) ¡Ahora mismo te voy a llevar a la delegación, imbécil! ¡Esto no se va a quedar así!
Agapito (adolorido y furioso): ¿Y tú quién demonios te has creído para venir a golpearme, mocoso? No te metas en lo que no te importa. ¡Suéltame!
Nicolás: ¡Eres un…! (Intenta golpearlo otra vez).
María Belén: (llorando) ¡Ya, por favor! No le sigas pegando. Deja las cosas así.
Nicolás: (a María Belén) ¿Dejar las cosas así? Este idiota intentó violarte. Lo tienes que denunciar.
María Belén: Por favor, hazme caso. Yo no quiero que te metas en problemas por mí. Déjalo.
Nicolás mira resignado a María Belén y se queda pensativo unos segundos. Luego, suelta a Agapito de la camisa y se incorpora. Agapito también se levanta adolorido y mira fulminante a María Belén y a Nicolás, para después irse de prisa. María Belén rompe a llorar aún en el piso. Nicolás, conmovido, la ayuda a levantarse delicadamente.
Nicolás: ¿Estás bien?
De repente, María Belén abraza a Nicolás.
María Belén: ¡Muchísimas gracias! Tenía mucho miedo. Gracias de verdad…
Nicolás: (abrazándola) Ya, ya pasó. No te preocupes (Consolándola).
Los dos continúan abrazados. Minutos después, se encuentran sentados en una banca del mismo parque. María Belén ya está más calmada.
Nicolás: ¿Te sientes mejor?
María Belén: (asentando con la cabeza) Sí. Gracias otra vez por lo que hiciste por mí (Le sonríe). Pensé que a lo mejor el viejo ese sí le daba oportunidad de… de violarme (Baja la cabeza).
Nicolás: Afortunadamente llegué a tiempo antes de que lo pudiera hacer y le di su merecido. A ver si con eso aprende a no volverse a meter contigo ni con ninguna otra mujer.
María Belén: Gracias a Dios que estabas cerquita de aquí.
Nicolás: Quería hablar contigo después de que te fueras esta mañana de mi casa sin decir nada, así que supuse que estabas trabajando por esta zona, como ayer.
María Belén: Disculpa que me haya ido así, pero es que… (Baja la cabeza) Tenía que ponerme a chambear temprano, para recoger harta lana y llevarle a mi madrina.
Nicolás: (extrañado) ¿Y eso? ¿Por qué llevarle dinero a tu madrina?
María Belén: Pa’ ver si así se contentaba y me dejaba vivir en su casa otra vez. Yo no te conté ayer, pero mi madrina no me echó tanto por haberle llegado tarde, sino por otra cosa…
Nicolás: Entonces, ¿cuál fue el verdadero motivo?
María Belén: (solloza) Ella se enojó por haberle llegado tarde sin lana. Desde que mi mamá se murió, mi madrina me ha obligado a salir a las calles a chambear pa’ después quitarme lo que gano. Siempre se ha burlado de mí por ser una coja.
Nicolás: (conmovido) ¿Y por qué nunca la denunciaste o te fuiste de su casa cuando cumpliste dieciocho años? No sé… Pudiste hacer algo y no dejar que te explotara de ese modo.
María Belén: Me hubiera gustado (Limpiándose los ojos), pero yo no me sentí capaz de irme y buscarme otro trabajo, menos estando coja.
Nicolás: (sonriéndole) Pues ya no tienes que seguir trabajando duro soportando que esa señora te explote.
María Belén: (desconcertada) ¿Por qué lo dices?
Nicolás: Porque te voy a ayudar María Belén. Te lo prometo (La toma de la mano sonriéndole).
INT. / VECINDAD / NOCHE
Doña Ramona toca insistentemente en la casa de Amarguras. Camila está con ella. Amarguras abre aturdida.
Amarguras: (molesta) ¿Se puede saber qué maneras son esas de tocar, señora? (Mira con desprecio a Ramona).
Ramona: No vine para discutir con usted cómo toco yo las puertas. Vengo a que me diga en dónde está María Belén porque ya sé que no está viviendo aquí.
Amarguras: ¡Pero bueno! Lo que me faltaba. Me libro de la coja y ahora me tengo que aguantar a que sus “amiguitas” la sigan buscando en mi casa.
Ramona: (molesta) ¡Mire, doña Amarguras! Ahora no estoy de humor. Sólo dígame a dónde se fue María Belén. ¿Qué fue lo que pasó con ella?
Amarguras: ¡Pues la eché a la calle! Esa muchachita se atrevió a faltarme al respeto después de que le estaba dando un techo para vivir y sólo porque le reclamé con justa razón que llegara a altas horas de la noche como una vagabunda.
Camila: (sorprendida) Pero si anoche estaba lloviendo y María Belén no tenía a dónde más ir. ¿Cómo pudo hacer eso, doña Amarguras?
Ramona: ¿Pero qué clase de monstruo es usted? ¡Vieja abusiva! ¡Sinvergüenza! Cuanta crueldad para una pobre muchacha que nada le hacía de malo
Amarguras: (ofendida) ¿Y ustedes cómo se atreve a hablarme así? Dejen de ser tan entrometidas y métanse en sus propios asuntos. Faltaba más (Las mira con petulancia).
De repente, Agapito entra a la vecindad, con la cara notablemente golpeada y se dirige de inmediato hacia a Amarguras.
Agapito: (recio) ¡Doña Amarguras!
Amarguras: (sorprendida) ¿Agapito? ¿Pero qué te pasó en la cara? ¿Quién te dejó así?
Agapito: ¿A usted qué le importa? (Le grita furioso) Más bien preocúpese por pagarme lo que me debe.
Amarguras: Pero creí que teníamos un trato. Yo…
Agapito: ¡Pues todo salió mal! De nada me sirvió que echara a la calle a su ahijada porque cuando intenté ofrecerle mi ayuda, la muy estúpida me rechazó y se atrevió a pegarme.
Doña Ramona y Camila se sorprenden por lo que oyen de Agapito.
Amarguras: (sorprendida) ¿Ella fue la que te dejó la cara así?
Agapito: Eso es lo que menos importa, señora. Para dentro de una semana quiero que me pague todo lo que me debe, con intereses.
Amarguras: ¡Pero Agapito! Yo no tengo cómo pagarte y…
Agapito: (la interrumpe) Debió pensar en eso antes de irse todos los días para mi bar a jugar y apostar con mis clientes. ¡Quiero mi dinero, doña Amarguras y tiene una semana! ¡Está advertida! (Se va).
Amarguras: ¡No, espérate, Agapito! (Lo detiene) Veré que puedo hacer para que María Belén sea tuya, tal y como quieres. Sólo dame tiempo y ten paciencia. Ya viste que la muchachita no es fácil…
Agapito: ¿Y cómo me lo garantiza?
Amarguras: Pues si al cabo de un tiempo, no pasa nada con la coja, te prometo que te pagaré hasta el último centavo de lo que te debo, pero como te digo. Dame tiempo.
Agapito: (pensativo) Muy bien. Le voy a dar dos semanas entonces para que me pague en efectivo… (Se detiene y le susurra) O con María Belén. ¿Le queda claro doña Amarguras? Usted sabe que no le conviene tenerme de enemigo (La mira fulminante).
Amarguras asienta con la cabeza muy asustada y Agapito termina de irse. La primera se lleva la mano al pecho, respirando aliviada. Doña Ramona se le acerca mirándola con los ojos entrecerrados.
Amarguras: ¿Qué? ¿Tengo monos en la cara?
Y sin esperárselo, doña Ramona le lanza una sonora cachetada a Amarguras.
Camila: (sorprendida) ¡Mamá!
Ramona: (a Amarguras) ¡Vieja sinvergüenza! ¿No le da vergüenza lo que hizo?
Amarguras: (furiosa) ¿Por qué habría de darme vergüenza? ¡Ya deje de meterse en lo que no le importa, doña Ramona! Fuera de aquí o la próxima la que va a ir repartiendo cachetadas voy a ser yo.
Camila: (anteponiéndose ante Ramona) ¿Ah, sí? Pues la que se mete con mi mamá, se mete conmigo también, así que ándele. ¡Atrévase a ponerle un solo dedo encima para que pruebe lo que es bueno!
Amarguras: (cambiando de actitud) Bueno. Tampoco hay que ponernos violentas, chicas. Era un decir…
En ese momento llega Piedad.
Piedad: ¿Se puede saber qué está pasando aquí?
Amarguras: (a Piedad) Nada, hija. Tonterías. Mejor entremos que hace frío…
Amarguras y Piedad entran a su casa. Amarguras va a cerrar la puerta y ve como Camila le hace una seña con los dedos de tenerla “entre ojos”. La mujer se asusta y termina por cerrar. Una vez dentro de la casa, Piedad tira su bolso sobre el sofá.
Piedad: Cuando llegué, parecía que te estabas peleando con esas desarrapadas de barrio. ¿Me equivoco?
Amarguras: (molesta) Me ofendes, Piedad. Yo nunca me rebajaría a pelear con la chusma. Ellas eran las que me estaban buscando a mí por defender a la coja zarrapastrosa de María Belén.
Piedad: Y a propósito de ella (Abre la nevera, saca una jarra y se sirve jugo en un vaso), ¿no vino en todo el día a pedirte posada de nuevo?
Amarguras: Para nada, y aunque hubiera venido, jamás le habría permitido entrar por más que me lo suplicara. Hice un trato con Agapito y no lo puedo romper.
Piedad (extrañada): ¿Un trato con Agapito? (Se sienta en un mueble) ¿Qué clase de trato?
Amarguras: ¡Ay, Piedad! Es que tú no sabes, pero yo le debo mucho dinero a Agapito y justo ayer comenzó a cobrarme.
Piedad: ¿Y por qué le debes dinero a ese viejo naco? ¿Qué tiene que ver María Belén? No te entiendo… (Bebe un sorbo del jugo).
Amarguras: Es que… (Se sienta en otro mueble frente a Piedad) Es que hace un par de meses que comencé a prestarle dinero para apostar en su bar.
Piedad: (escupiendo el jugo encima de Amarguras) ¿¡Qué!?
Amarguras: ¡Ah! ¿Te volviste loca? ¿Cómo se te ocurre escupirme el jugo? No era para tanto…
Piedad: (molesta) ¡Cállate! ¿Eres burra o qué? ¿Cómo se te ocurre andar endeudándote con Agapito por apostar?
Amarguras: Yo no creí que la deuda se me fuera a hacer tan grande. Pierdo muy constantemente en todos los juegos, así que siempre quiero hacer la revancha y…
Piedad: (la interrumpe) ¡Sí, sí, sí! Y pierdes una vez tras otra. ¡Por Dios, mamá! ¡Qué vergüenza! ¿Cómo te puedes sentar en la misma mesa con todos esos borrachos mal olorosos del barrio a jugar y apostar?
Amarguras: Esa es mi única entretención, pero yo no te lo conté para que me juzgues, sino para que me ayudes. Agapito me dijo que podía pagarle echando a la calle a María Belén, para tener oportunidad de cortejarla, pero la muy estúpida, lo rechazó y todavía le pegó…
Piedad: Y me imagino que como todo le salió al revés con la coja, ahora Agapito rompió el trato contigo, ¿no?
Amarguras: Así es. Yo le prometí que haría algo para convencer a María Belén de que fuera más amable con él, pero me queda muy difícil hacer eso. Ni siquiera sé dónde está la coja esa.
Piedad: Pues ese problema es tuyo y de nadie más (Cruza las piernas y bebe un sorbo del jugo).
Amarguras: ¿No le vas a echar una mano a tu madre, Piedad? ¡Estoy muy asustada! Agapito es peligroso. No me convendría tenerlo de enemigo.
Piedad: Eso te pasa por andar de viciosa, jugando y apostando, mamá.
Amarguras: Por lo menos haz algo para enredar pronto al viejo de tu jefe. Sólo así vamos a salir de pobres y nos vamos a ir de esta vecindad donde ya no tendré que rendirle cuentas a Agapito.
Piedad: (sonriendo pícara) Por eso no te preocupes. Logré que el licenciado Robles me transfiriera de trabajo para ser su asistente en su casa.
Amarguras: (emocionada) ¿En serio? (Se sienta al lado de su hija) Esa es una muy buena noticia, Piedad.
Piedad: Sí. De hecho, empiezo pasado mañana, sin embargo, ve buscando tu mejor vestido porque mañana en la noche le haremos una visita al licenciado para cenar en su casa.
Amarguras: ¿Él nos invitó?
Piedad: Digamos que veo el futuro y lo voy a llamar para que nos invite. Así vamos a ir integrándonos con las personas de la alta sociedad. ¿No te parece?
Amarguras: ¡Ay, Piedad! En definitiva, eres la mejor hija que pude tener. ¡Mi hija favorita! (Sonríe orgullosa).
Piedad: Porque soy la única que tienes, estúpida (Le pega una palmada en la cabeza).
Amarguras: Como sea. El caso es que una vida de lujos y riqueza nos espera a las dos.
Amarguras continúa sonriendo muy ilusionada y con vanidad. Piedad también sonríe, pero con una sutil malicia.
INT. / VECINDAD, CASA DE DOÑA RAMONA / NOCHE
Camila y su mamá entran a la casa. La primera intenta calmar a la segunda.
Camila: Ya, mamá, no te sulfures. Eso no le hace bien a tu problema de la presión.
Ramona: (furiosa) ¡Es que no puedo, hija! ¡Esa señora me saca de quicio! Me hubiera gustado pegarle sus buenos puños en esa cara de vieja mojigata que se gasta.
Camila: (riéndose) ¡Ay, mamita! Mejor siéntate. Te voy a traer un vaso de agua.
Doña Ramona se sienta y Camila va a la cocina para servirle el vaso de agua.
Ramona: A pesar de todo, me sigue preocupando en dónde pueda estar María Belén. No entiendo por qué no nos vino a pedir posada anoche. Nosotras la hubiéramos recibido con mucho gusto.
Camila: (desde la cocina) A lo mejor le dio pena o algo (Vuelve a la sala y le da el vaso a su mamá). Lo cierto es que a mí también me preocupa a dónde haya podido ir la Mabel.
Ramona: Tendremos que ponernos en la tarea de buscarla.
INT. / BAR “NOCHES DE ENSUEÑO” / NOCHE
Agapito entra al bar rápidamente. Sandra está en la barra, contando una faja de billetes y lo ve con la cara golpeada.
Sandra: (extrañada) ¿Qué te pasó en la cara, mi amor?
Agapito: Unos tipos me asaltaron cuando venía para acá. Me robaron una lana que traía, nada importante (Miente).
Sandra: Pero te dejaron muy mal. ¡Qué salvajes! Ven. Te voy a curar esas heridas (Deja de contar el dinero y va hacia él).
Agapito: No, déjame. Estoy bien. Mejor ocúpate de servirme la comida. Tengo hambre (Se va a la casa que está conectada con el bar).
Sandra: (pensativo) Agapito me miente, pero no importa (Se cruza de brazos). Ojalá que doña Amarguras sí cumpla su palabra y aparte a la coja de María Belén de él.
Sandra se queda pensativa.
INT. / CASA ROBLES, SALA / NOCHE
María Belén espera sentada en uno de los cómodos sofás de la sala. En ese momento, Rodolfo llega y se asoma a la sala, sorprendiéndose al verla.
Rodolfo: (extrañado) ¿Quién eres tú?
María Belén: (levantándose) Buenas noches, señor. Me llamo María Belén. Soy una conocida del joven Nicolás.
Rodolfo: ¿Una conocida?
María Belén: Sí señor (Se siente incómoda por la manera en que la mira Rodolfo).
Rodolfo siente algo extraño por María Belén, como si ya la hubiera visto de mucho antes. Lucrecia y Nicolás llegan a la sala.
María Belén: Señora… (Baja la cabeza).
Lucrecia: (sonriéndole) Ya Nicolás me puso al tanto de tu situación, María Belén. Siento muchísimo por todo lo que has tenido que pasar.
María Belén: Gracias (Le sonríe forzada). Nicolás me insistió en venir, aunque a mí me daba reteharta vergüenza con usted y más por haberme ido esta mañana sin decir nada.
Lucrecia: No te preocupes. Nicolás hizo bien en traerte de nuevo para acá, sin embargo, no sé cómo podríamos ayudarte.
Nicolás: Podemos darle un trabajo aquí en la casa, mamá, de empleada doméstica. ¿Qué te parece?
Lucrecia: (indecisa) La verdad es que no lo sé. Todavía no conocemos bien a María Belén, aunque debo aceptar que se ve buena e inspira confianza, pero…
María Belén: (a Lucrecia) No se preocupe. Yo entiendo…
Nicolás: (a Lucrecia) Ya María Belén pasó una noche aquí y, sin embargo, no dio ninguna queja de nada. Además, ¿qué acaso las empleadas contratadas por agencia no son también unas desconocidas cuando llegan a una casa? Dale la oportunidad a María Belén.
Lucrecia se queda pensativa unos segundos. Rodolfo escucha, guardando silencio.
Lucrecia: Está bien (a María Belén). Te voy a dar el trabajo que dice Nicolás. Voy a confiar en ti.
María Belén: (sonriendo emocionada) ¡Muchísimas gracias, señora! (Va hacia Lucrecia y la toma de las manos) ¡Le prometo que no se va a arrepentir! Voy a hacer todo lo que pueda pa’ no decepcionarla. ¡Se lo prometo!
Lucrecia: (sonriéndole) Eso espero, María Belén.
Rodolfo: ¡Esperen un momento! ¿Mi opinión no vale nada en esta casa o qué? ¿Cómo es que vas a contratar una desconocida de sirvienta, Lucrecia, sólo por ser amiga de Nicolás?
Nicolás: (serio) Tú no deberías andar opinando, papá porque no te la pasas en casa. Más bien deberías ocuparte de los asuntos de la sucursal como siempre lo has hecho.
Rodolfo: (a Nicolás) Contigo no estoy hablando. ¡Insolente! Este es un asunto entre tu madre y yo.
Lucrecia: (seria) Lo siento, Rodolfo, pero la decisión ya está tomada. María Belén se queda trabajando por cuenta mía.
Rodolfo: ¡Esto es increíble! (Sonríe incrédulo) Gran esposa e hijo que tengo. ¡Los dos en mi contra! Mejor me retiro.
Rodolfo sube las escaleras molesto.
María Belén: (apenada) Me da como que todo esto fue por mi culpa. Lo siento mucho.
Lucrecia: No te preocupes, María Belén. Esto no fue culpa de nadie. ¡Dorotea!
En la sala, entra Dorotea.
Dorotea: Dígame señora Lucrecia.
Lucrecia: (parándose al lado de María Belén) Mira, te presento a María Belén. Ella va a hacer a partir de mañana tu ayudante. La acabé de contratar.
María Belén: (a Dorotea) Mucho gusto (Le sonríe).
Lucrecia: Por favor, Dorotea, te la encargo a ti para que la instruyas sobre lo que tiene que hacer, los horarios de trabajo y esas cosas. ¿Puedo confiártela?
Dorotea: Por supuesto que sí, señora. Yo me encargo de ella.
Lucrecia: Muy bien. María Belén, ve con Dorotea. Ella te preparará uno de los cuartos de servicio.
María Belén: Gracias, señora. Gracias a ti también, Nicolás (Le sonríe tímida). Buenas noches a los dos.
Nicolás: Buenas noches, María Belén. Qué descanses.
María Belén se retira de la sala junto con Dorotea.
Nicolás: Gracias por haberle dado el trabajo, mamá. Eres muy buena.
Lucrecia: Es sólo una obra de caridad que estoy haciendo con ella. Como dije ayer, no nos podemos negar a ayudar al desvalido.
Nicolás le sonríe a su madre y la besa en la mejilla.
INT. / CASA ROBLES, CUARTO DE LUCRECIA Y RODOLFO / NOCHE
Es madrugada. Rodolfo está sudando, dando vueltas en la cama, dormido, recordando un suceso de varios años atrás a modo de pesadilla.
FLASHBACK
1995
Rodolfo está dentro de una habitación intentando besar a la fuerza a una joven, idéntica a María Belén. En el fondo se escucha un bebé llorando.
La joven: Déjame. ¡Yo no te amo! (Intentando quitárselo de encima) ¡Yo estoy casada con Roberto!
Rodolfo: (con una mirada psicópata) ¡Cállate! ¡Tú eres mía! ¡Sólo mía! ¡No del maldito Roberto Altamira! (La toma a la fuerza de la mandíbula, intentando besarla).
La joven: ¡No! ¡Basta, déjame! (Se resiste).
Rodolfo: Tú eres sólo mía, Nidia. ¿Por qué no amas? (Llorando mientras la apuñala repetidas veces en el abdomen) ¿Por qué no me quieres, mi amor? Dime que me amas.
Nidia empieza a desvanecerse. Rodolfo la abraza, con una actitud obsesiva, enferma y fetichista mientras llora desesperado.
FIN DEL FLASHBACK
Rodolfo se despierta de la pesadilla, muy sobresaltado. Lucrecia sigue a su lado, dormida.
Rodolfo: ¡Nidia! (Respira agitado) Nidia. La nueva sirvienta, se parece a ella.
CONTINUARÁ…