INT. / MANSIÓN ALTAMIRA / NOCHE
Una fuerte tormenta cae sobre la Ciudad de México. Los relámpagos iluminan los pasillos de la mansión, por los que camina una persona misteriosa que se va acercando a pasos lentos hacia el cuarto de don Roberto. Él duerme plácidamente en su cama sin percatarse siquiera de la presencia de esa persona, la cual toma una almohada de la cama del anciano, dispuesta a ahogarlo. De repente, un trueno potente se hace sentir y don Roberto abre los ojos.
Roberto: (recostándose en la cama) ¿Hay alguien ahí? (Mira para todos lados, sintiéndose observado).
En eso, a lo lejos, don Roberto escucha un ruido y decide levantarse de la cama. Se asoma y ve al fondo del pasillo la silueta de alguien que no se mueve.
Roberto (asustado): ¿Quién es usted? ¡Muéstrese o llamaré a la policía!
Pero parece que esa persona ignora totalmente los llamados de don Roberto, por lo que él se acerca temblando. Cuando llega, un relámpago ilumina el pasillo y se da cuenta que la silueta no es más que la de un maniquí. Don Roberto suspira aliviado, pero detrás oye una voz que lo llama por su nombre.
Voz: Hola Roberto.
Don Roberto voltea y justo otro relámpago ilumina todo, encontrándose con el rostro de su hermana, la señorita Isis. Los dos gritan aterrados al mismo tiempo.
Roberto: (despertando sobresaltado en su cama) ¡Ah! Era una pesadilla. ¡Condenada Isis! ¡Ya hasta en mis sueños se tiene que aparecer!
Isis: ¿Te refieres a mí?
Don Roberto voltea, prende la lámpara de su mesita de noche y ve acostada a su lado a su hermana.
Roberto: Tiene que ser otra pesadilla.
Isis: ¿Quieres que lo comprobemos? (Le pega un puño en la nariz) ¡Por todos los cielos, la tierra y más allá de ella! Discúlpame, hermano de mi alma. No fue mi intención. Te lo juro.
Isis habla con acento español.
Roberto: ¡Eres una salvaje, inconsciente! (Cubriéndose muy enojado la nariz) ¿Cómo me golpeas con esa brutalidad? ¿Te volviste loca?
Isis: (sollozando) ¿Esa es la manera en que recibes a tu hermana, a la persona que nació del mismo vientre del que tú naciste?
Roberto: ¿Qué otra bienvenida te puedo dar si te encuentro en mi cama y me golpeas?
Isis: Mejor dejemos de discutir. ¡Anda! ¡Dale un abrazo a tu hermana! (Lo abraza casi asfixiándolo).
Roberto: ¡Déjame! (Se suelta de ella) Mejor explícame qué haces en mi casa. ¿Cómo fue que entraste?
Isis: Una tiene sus mañas, querido. Vine porque durante mi viaje en Europa estuve extrañándote muchísimo. Cada día soportaba menos estar sin ese viejo cascarrabias y tonto que me diera dinero para darme mis lujos.
Roberto se sorprende por lo que dice Isis. Va a hablar, pero ésta lo interrumpe.
Isis: ¡Calla, tío! ¡Déjame terminar! Yo sé que no he sido de las hermanas más consideradas, pero eso de ahora en adelante va a cambiar. De un cien por ciento en lujos, ropa y gastos, te voy a pedir un noventa y nueve por ciento. ¡Una diferencia abismal! ¿No lo crees? Y no sólo eso…
Roberto: ¡Ya, cállate! ¿Qué me ves cara de monja caritativa?
Isis: Más bien de sapo viejo.
Roberto: (molesto) ¿Te estás burlando de mí? ¡Mira, Isis…!
Isis: (interrumpiéndola) ¡Mira nada! Ya está decidido (Se levanta de la cama). Voy a vivir contigo en esta mansión. También traje conmigo a Damián, mi ahijado. ¿Lo recuerdas? Espero que no te moleste.
Roberto: Pero…
Isis: Iré a instalarme en mi nuevo cuarto. Estoy súper cansada. El viaje desde España fue más largo que todos tus años juntos, querido. Me tallan los callos encuerados que tengo en los pies. Qué pases una buena noche (Lo besa a cada lado de la cara) No mojes la cama, eh… (Le guiña el ojo).
La señorita Isis sale del cuarto dejando sin habla a don Roberto.
Amanece sobre la ciudad. Poco a poco, las autopistas y grandes carreteras, son pobladas de autos. Desde un ángulo panorámico, se ven los sitios más significativos como El Zócalo o también conocido como La Plaza de La Constitución, la Reforma, la Catedral Metropolitana y El Palacio de Bellas Artes.
En una de las tantas carreteras y aprovechando un semáforo en rojo, María Belén limpia los parabrisas de varios carros. Es coja y se acerca a las ventanillas para recibir como pago por los conductores unas cuantas monedas. Ella les da las gracias sonriendo. También les vende flores naturales en una canastilla a los transeúntes; algunas personas se detienen y le compran ramos que ella misma arma.
INT. / VECINDAD, CASA DE AMARGURAS / HORAS DESPUÉS
Es medio día. María Belén llega a la vecindad donde vive y se encuentra en el patio con Camila, su amiga.
Camila: ¡Hola, María Belén!
María Belén: (sonriéndole) Hola, Camila. ¿Ya te vas para tu chamba?
Camila: Sí, pero todavía no me puedo ir sin entregarle las llaves de la casa a mi mamá. Ya debe estar por llegar. Fue al mercado. Me imagino que tú vienes de trabajar de la calle, ¿no?
María Belén: ¡Pos claro! Como siempre.
Camila: E imagino también que apenas entres a la casa de tu madrina, le vas a entregar toditita la lana que te ganaste.
María Belén: (incómoda) Tampoco fue mucho lo que gané hoy.
Camila: Tú sabes que somos amigas, Mabel. Por eso no me gusta ver cómo te explota esa señora. ¿Por qué no te vas de esa casa? Yo puedo ayudarte a conseguir un trabajo mejor con mi patrón.
A lo lejos, Amarguras sale de su casa y observa hablar a las muchachas. La mujer frunce el ceño y decidida, va hacia ellas.
María Belén: No te aseguro que acepte así de golpe, pero te prometo que lo voy a estar pensando. Gracias, Cami.
De repente, Amarguras jala bruscamente de una oreja a María Belén.
Amarguras: ¿Se puede saber qué haces aquí perdiendo el tiempo, escuincla?
María Belén: (dolida) Madrina…
Camila: (a Amarguras) ¿Pero qué le pasa señora? ¡Suelte a María Belén!
Amarguras: (a Camila) ¡Tú no te metas en lo que no te importa! El asunto es con ésta. ¿En dónde está la plata que recogiste hoy? (La suelta de la oreja).
María Belén saca del bolsillo de su camisa, una bolsa que contiene todo el dinero que ganó trabajando. Amarguras le arrebata la bolsa, saca el dinero y cuenta un par de billetes. Camila mira muy indignada.
Amarguras: ¿Esta es la miseria que me traes?
María Belén: No pude ganar más. Lo siento (La mira mal).
Amarguras: ¡Más te vale que me estés diciendo la verdad! Porque donde me llegue a dar cuenta que me estás dando la lana incompleta te va a pesar. ¿Lo oíste? ¡Te vas a quedar sin donde dormir!
María Belén: Eso ya me lo dijo un chorro ciento de veces. Me lo tengo bien grabado y no necesito que me lo repita más.
Amarguras: Cállate y deja la altanería, coja estúpida. ¿O quieres quedar sin qué almorzar? Para esta noche quiero que me traigas el doble sin reparos. ¿Entendido?
Dicho eso, Amarguras se va de la vecindad contando los billetes que le quitó a María Belén. Ésta no puede evitar que se le nublen los ojos de lágrimas.
Camila: (indignada) ¡Vieja abusiva! (Confortando a María Belén).
En ese momento llega Ramona sosteniendo la canastilla del mercado.
Ramona: ¿Y qué pasó aquí, mija? (Le pregunta a Camila al ver a María Belén cabizbaja) ¿Otra vez lo mismo de siempre?
Camila: Sí mamá. La vieja cara de chihuahua esa de Amarguras le acabó de quitar a María Belén el dinero que se ganó trabajando y lo peor es que la tiene amenazada con echarla de su casa.
Ramona: (a María Belén) Hija, ¿pero qué necesidad tienes tú de aguantarte las humillaciones de esa mujer? ¿Hasta cuándo vas a seguir así?
María Belén: No sé, doña Ramona, pero me toca. Yo no tengo a dónde más ir. Con mi madrina he vivido desde que mi mamá se murió y me dejó en manos de ella.
Ramona: Eso es de lo que esa señora se ha aprovechado siempre para manipularte a su antojo, pero yo estoy segura que sí la pones a ella en su lugar, vas a salir adelante.
María Belén: Para eso necesito una chamba fija, doña Ramona y no la tengo. Nadie le va a querer dar trabajo a una muchacha malhablada como yo, que si apenas sabe leer y que pa’ terminarla de amolar está coja.
María Belén tiene un recuerdo de años atrás.
FLASHBACK
EXT. / PLAZA DE MERCADO / DÍA
Un anciano de mal aspecto, con barba y andrajoso, acosa a la pequeña María Belén.
Anciano: ¡Entrégame la lana que recogiste, escuincla!
María Belén: (soltándose) ¡Déjeme, viejo cochino!
María Belén sale corriendo, pero en plena carretera, sin poder reaccionar a tiempo, un carro la atropella.
FIN DEL FLASHBACK
María Belén deja de recordar.
Camila: Eso crees tú, pero yo estoy segura que si te propones a estudiar, puedes cambiar tu vida bastante. No te achicopales por lo que te diga la bruja de tu madrina. Yo te voy ayudar y vamos a retomar las clases para que termines de aprender a leer.
Ramona: (a María Belén) Claro que sí, mija. Con nosotras puedes contar para lo que necesites.
Camila y doña Ramona le sonríen a María Belén. Ella se siente más confiada. Ninguna de las tres se percata que están siendo observadas a lo lejos por Agapito.
INT. / SUCURSAL DE LA BEAUTÉ / DÍA
Una mujer vestida de secretaria, en tacones y con carpeta en mano, camina sensualmente hacia la oficina de Rodolfo Robles, el director ejecutivo de la sucursal. Se le ve sólo de espaldas. La mujer toca la puerta.
Rodolfo: (desde adentro) Adelante.
La mujer entra y cierra la puerta de la oficina tras sí. De abajo hacia arriba, se ve que es Piedad.
Piedad: Estos son los documentos que me pidió, licenciado Robles (Pone la carpeta sobre el escritorio).
Rodolfo: (mirándola pícaro) Gracias, Piedad. Siéntese.
Piedad toma asiento y cruza las piernas. Rodolfo saca del cajón de su escritorio una pequeña caja, se levanta y se para tras ella.
Rodolfo: Ya podemos dejar a un lado tanto formalismo. Te pedí que vinieras para obsequiarte algo que de seguro te va a gustar.
Rodolfo le entrega a Piedad la caja. Ella la abre extrañada y saca un costoso anillo de diamantes. Piedad abre la boca muy sorprendida.
Piedad: ¿Es para mí?
Rodolfo: (hablándole al oído) Por supuesto que sí. Póntelo. Creo que lo compré a tu medida.
Piedad no se da la espera y se pone el anillo en el dedo corazón de la mano derecha. La muchacha se mira fascinada y muy emocionada cómo le quedó.
Piedad: Es precioso. Jamás me habían dado algo tan hermoso como esto. Gracias, licenciado.
Rodolfo: (se para frente a ella) Es poco para lo que una mujer como tú merece, ¿pero no crees que yo también me merezco algo?
Piedad se levanta de la silla, la patea con el pie, toma de la corbata a Rodolfo y le da un apasionado beso que él le corresponde. Mientras Rodolfo la llena de besos por el cuello, Piedad hace una expresión de asco a sus espaldas, pero luego vuelve a sonreír con malicia.
Piedad (pensando) Viejo estúpido. Si supieras el asco tan tremendo que siento con el solo tener que besarse. ¡Guácala! Los sacrificios que una debe hacer para tener sus lujos.
INT. / CASA ROBLES, BIBLIOTECA / DÍA
Nicolás está frente a su laptop escribiendo cuando, de repente, entra Lucrecia.
Lucrecia: ¿Estás ocupado, hijo?
Nicolás: (dejando de escribir) No, mamá. Sólo chateaba con un amigo. ¿Por qué? ¿Necesitas algo?
Lucrecia: No, por ahora no. O más bien sí… (Sentándose frente a él) Nicolás ya hace más de un año que saliste de aquel internado y la situación con tu padre se está volviendo insufrible.
Nicolás: (incómodo) Mamá…
Lucrecia: Yo sé que le tienes mala voluntad a Rodolfo por haberte internado en ese lugar, pero por lo menos a mí comienza a desesperarme que casi todos los días cuando ustedes dos hablan, sea para echarse indirectas o discutir por cualquier cosa.
Nicolás: ¿A qué quieres llegar?
Lucrecia: Sólo quiero aconsejarte que hagas las paces, que hables con él. Yo estoy segura que eso sería lo mejor.
Nicolás: ¿Lo mejor para quién? Tú sabes que nunca me he llevado bien con mi papá, mucho antes de que obligara a entrar a ese internado. Él siempre ha sido indiferente conmigo.
Lucrecia: Conmigo también, pero míranos. Llevamos más de veinte años de matrimonio. La actitud de Rodolfo es así, pero él te quiere.
Nicolás cierra la laptop y se levanta.
Nicolás: ¿Sabes qué, mamá? Déjame pensarlo. Cuando sienta necesario hablar con mi papá, lo voy a hacer, pero por ahora no. Me queda muy difícil fingir que nada pasó cuando por su culpa tuve que soportar tantas cosas en ese internado.
Nicolás sale de la biblioteca algo molesto. Lucrecia no puede evitar sentirse mortificada.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, COMEDOR / DÍA
Don Roberto almuerza acompañado de La señorita Isis y el ahijado de ésta, Damián. El primero encabeza la mesa. Desde hace rato, Isis no para de hablar de su viaje por toda Europa.
Isis: Sí mis pequeños. Me tomé fotos en el Coliseo Romano, la Torre Eiffel, hasta los reyes de Hungría me invitaron a cenar en su palacio. Sólo espérense a que termine de subirlas todas al Facebook cuando esta cosa reaccione (Pegándole a la mesa con su tablet). ¡Ah! ¡Pero será lento el Internet!
La señorita Isis le pega más fuerte a la tablet, pero el Internet continúa lento. Luego, la tira al piso, la pisa furiosa varias veces, destrozándola por completo. Don Roberto y Damián miran atónitos.
Isis: ¡Internet de mierd….! (Habla con voz grave).
Roberto: ¡Isis, ojo con las malas palabras en la mesa! ¡Eso sí no te lo permito!
Isis: (volviendo a hablar delicada) Discúlpame, hermano. A veces hasta una dama como yo pierde la compostura (Se acomoda en la mesa). Cambiando de tema, qué bueno que regresé a México para cuidarte.
Roberto: ¿Estás loca? Para tu información ya tengo quien me cuide. Contraté una enfermera y no necesito que tú lo hagas.
Isis: Entonces, ¿debo entender que prefieres a una musaraña para que te cuide que a tu propia hermana? (Haciendo un puchero).
Damián: Madrina, por favor…
Roberto: (asqueado) ¡Déjate de cursilerías! Los dos sabemos que sólo quieres sonsacarme de dinero para irte de compras. ¿Crees que soy estúpido?
Isis: (indignada) ¿Cómo te atreves a decirme eso? ¿Dudas de mis buenas intenciones? ¡Viejo ingrato! (Le saca la lengua).
Roberto: ¡Y tú eres un vejestorio mal hecho! ¡Bruja! (También le saca la lengua)
Isis: (furiosa) ¿Vejestorio mal hecho? ¿Bruja? ¡Vas a ver cuando te agarre! (Intenta pararse, pero Damián la detiene).
Damián: Ya madrina, suficiente. Compórtate. Disculpe a mi madrina, don Roberto. Usted sabe. Ella es un poco extrovertida.
Roberto: No, está bien. Ya estoy acostumbrado, muchacho. Mejor hablemos de otra cosa. ¿Cómo vas con tus estudios?
Damián: Aproveché las vacaciones para irme de viaje con mi madrina, pero ya en enero debo volver a España. Me falta un semestre.
En ese momento, entra Camila al comedor muy apurada, usando su uniforme de enfermera.
Camila: ¡Buenas tardes, don Roberto! ¡Qué pena llegarle tan tarde! Pero imagínese que debía esperar a mi mamá para entregarle las llaves de la casa.
Roberto: No te preocupes, Camila. Un percance se le presenta a cualquiera. Mira, te presento a mi hermana, se llama Isis y a su ahijado, Damián.
Camila: (sonriéndoles) Hola, mucho gusto. Yo me llamo Camila. Soy la enfermera de don Roberto.
Damián: Hola.
Isis: (sonriendo hipócrita) Hola, pequeña
Tanto Camila como Damián simpatizan con la mirada. Isis mira con desconfianza a la primera.
INT. / BAR “NOCHES DE ENSUEÑO” / HORAS DESPUÉS
Amarguras está apostando el dinero que le quitó a María Belén, jugando cartas con unos tipos. Uno de ellos termina de completar la carta que le falta y las pone sobre la mesa sonriendo ganador. Amarguras no hace buena cara
Amarguras: Ustedes me van a perdonar, señores, pero por hoy ya no me queda más lana. ¿Les parece si mañana les pago y jugamos otra partida?
Los hombres asientan con la cabeza y otros dicen “sí”.
Amarguras: Perfecto. Hagámoslo así.
Amarguras va hacia la barra del bar. Agapito aprovecha y se le acerca.
Agapito: Una vez más vuelve a perder doña, Amarguras. Este no ha sido su día, ¿no?
Amarguras: Tal vez, pero con seguridad mañana tengo la revancha.
Agapito: Eso dice todos los días, pero la verdad es que usted ya les debe mucho dinero a mis clientes por sus constantes pérdidas y yo no estoy dispuesto a seguirle prestando lana para que les pague. ¿Qué hay de mí? ¿Cómo me va a responder?
Amarguras: Dame un plazo más, Agapito. Te juro que de algún modo te voy a pagar, sólo necesito que me tengas un tantito de paciencia.
Agapito: (riéndose) ¿Y cómo si usted no tiene en dónde caerse muerta, doña Amarguras? Yo estuve pensando y ya sé cómo me puede pagar más fácil lo que me debe. Estoy dispuesto a perdonarle todas sus deudas y a pagar por usted lo que le debe a mis clientes si echa a la calle a su ahijada.
Amarguras: (extrañada) ¿Echarla a la calle? ¿Para qué?
Agapito: Para ofrecerle trabajo aquí en mi bar. Esa “cojita” me trae loco desde hace tiempo y soy capaz de darlo todo para que sea mi mujer.
Amarguras: (pensando) No suena tan mal. Después de todo, la coja esa no me sirve más que quitarle los míseros pesos que gana trabajando. Si con eso saldas mis deudas, esta misma noche me deshago de ella.
Agapito: Entonces, es un trato, doña Amarguras.
A lo lejos, en una de las mesas, Sandra mira con desconfianza como Amarguras y Agapito conversan.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, HABITACIÓN DE DON ROBERTO / DÍA
Camila le acaba de dar unas pastillas para el corazón a don Roberto. Éste se encuentra acostado en su cama.
Camila: Bien don, Roberto. Ya tomó su medicina. ¿Necesita algo más?
Roberto: No, Camila. Gracias. Te puedes ir para tu casa (Toma una foto enmarcada de su mesita de noche y la mira con nostalgia).
Camila: ¿Otra vez piensa en su difunta esposa?
Roberto: Más que en ella, pienso en la hija que tuvimos juntos. Lo que más deseo es poder encontrarla algún día y conocerla (Vuelve a poner la foto en la mesa).
Camila: Disculpe que le haga esta pregunta, don Roberto, ¿pero por qué si amaba tanto a su esposa la abandonó con su hija?
Roberto: Yo no la abandoné. Fui culpado de haberla matado.
Camila: (sorprendida) ¿Cómo dice?
Roberto: Así como lo oyes. A mi esposa la mataron, pero nunca supe quién lo hizo y bajo qué razones. El caso es que yo fui culpado del crimen. Todo apuntaba contra mí y pasé varios años en la cárcel siendo inocente.
Camila: Me parece increíble. ¿Y su hija?
Roberto: Se la robaron el mismo día en que mataron a Nidia, mi esposa, y desde entonces desconozco qué pudo haber sido de ella.
Camila: ¡Qué historia más trágica! Lo siento mucho por usted. Ahora entiendo todo.
Roberto: Lo que más deseo antes de que se me acabe el tiempo es encontrar a mi hija y nombrarla mi heredera. Muchas noches no duermo por pensar en una manera de localizarla. He contratado detectives, pero ninguno da con su paradero.
EXT. / CALLES / DÍA
Ha caído el sol. María Belén termina su jornada de trabajo. Le acaba de limpiar un parabrisas a un vehículo. El conductor le da unas cuantas monedas.
María Belén: (al conductor) ¡Muchísimas gracias, señor! ¡Dios me lo bendiga!
La muchacha se guarda las monedas en el bolsillo de su camisa de cuadros, al tiempo que cruza la calle. Por ahí mismo viene Nicolás en su auto pensando en la plática que tuvo con su madre esa tarde. Por la distracción, Nicolás no se fija y frena en seco. María Belén, por la cojera, pierde el equilibrio y cae en la carretera. Él, muy alertado, se baja del auto y corre hacia María Belén.
Nicolás: ¡Oye! ¿Estás bien?
Los dos se miran en ese momento por varios segundos.
María Belén: (consternada) Sí…
Nicolás (apenado): Discúlpame, andaba distraído. No me fijé. De veras, lo siento. ¿No te hice daño?
María Belén: (levantándose con dificultad) Sí, estoy bien, gracias por preocuparte. Fui yo la mensa que no me fijé por donde iba. Me tengo que ir
María Belén se va caminando, pero siente que se le van las luces y se desvanece. Nicolás la sostiene para evitar que se caiga.
Nicolás: Ya veo que en realidad no estás tan bien como me dices.
María Belén: (débil) Hoy no comí nada, eso es todo, pero estoy bien.
Nicolás: Déjame llevarte tan siquiera a tu casa, para compensar el susto que te hice pasar y en el camino nos aseguramos de que no sea necesario llevarte a un hospital.
María Belén: (indecisa) Gracias, pero no. Tú y yo ni siquiera nos conocemos. Me puedo ir sola.
Nicolás: (sonriéndole) Si crees que soy algún psicópata, asesino o violador, te puedo asegurar que no lo soy. Confía en mí, no voy a hacerte nada malo.
María Belén no sabe si aceptar la propuesta de Nicolás.
INT. / VECINDAD, CASA DE AMARGURAS / NOCHE
Piedad llega a su casa y pone las llaves sobre un estante que hay cerca a la entrada.
Piedad: Ya llegué, mamá. Vengo hambrienta. ¿Qué hay para comer? (Se sienta en su lugar del modesto comedor).
Amarguras le pone un plato con arroz y fríjoles.
Amarguras: Lo mismo de siempre, hija.
Piedad: (mirando con asco la comida) No puedo creerlo. Me tiene harta tener que alimentarle de lo mismo todos los días (Hace el plato a un lado). ¿Qué haces con el dinero que le quitas a la coja lisiada de María Belén?
Amarguras: Hay muchas cosas qué pagar. Hoy llegó la casera para cobrar la renta y para dentro de una semana hay que pagar el recibo de la luz (Miente).
Piedad: (exasperada) No sé tú, pero ya no estoy dispuesta a seguir viviendo en este ambiente de miseria en el que todo hace falta. ¡Estoy cansada, mamá!
Amarguras: Eso depende de ti. Si quieres salir de la pobreza, ya sabes… Cásate con un hombre que nos convenga a las dos (Le ve a su hija el anillo de diamantes puesto). ¿Y ese anillo? ¡No me digas que te lo regaló tu jefe! (Se sienta frente a ella).
Piedad: ¡Pues sí te digo! (Estira la mano y se lo muestra) ¿No te parece precioso?
Amarguras: Más que eso, debe costar una fortuna. Por lo visto tienes a tu jefe rendido a tus pies. ¡Eso es justo lo que necesitamos!
Piedad: ¿Te refieres a que debería casarme con el licenciado Robles?
Amarguras: ¡Por supuesto! Tienes que aprovechar mejor esos atributos que tienes para que te pida matrimonio y salgamos de esta marginal vecindad.
Piedad: (creída) ¡Ay, mamá! De veras estás loca si crees que una mujer como yo se puede casar con un vejete como el licenciado Robles. Lo único que quiero es sacarle provecho mientras pueda.
Amarguras: Si el licenciado ese ya está casado, sólo es cuestión de que logres que se divorcie de su mujer y así vas a tener el camino libre para casarte. Una vez pase eso, le arrebatas todo lo que tenga y ya.
Piedad: La verdad no sé. Tendré que pensarlo, pero no te prometo nada. Mejor me voy a mi cuarto porque no tener qué comer me pone de mal humor. Buenas noches.
Amarguras: Buenas noches, hija. Qué descanses.
Piedad entra a su pequeño cuarto y se para frente al espejo, mientras se quita los aretes. De repente, en el reflejo, Piedad observa una mujer idéntica a ella detrás y sólo se diferencian por la ropa.
Piedad: (volteándose asustada) ¡Mary! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste sin que mi mamá te viera?
Mary: El cómo entré es lo que menos importa. Tienes que escucharme muy bien, Piedad.
Piedad: (extrañada) ¿Qué me vas a decir?
Mary: Oí lo que hablaste con tu mamá. ¿Y sabes? Me parece que ella tiene toda la razón. ¿No estás cansada de vivir en esta vecindad, rodeada de gente pobre y chismosa? (Le habla al oído).
Piedad: Claro que sí. Cada día lo soporto menos.
Mary: Bien, entonces, el primer paso que debes dar para escalar alto es hacerle caso a tu mamá. Cásate con tu jefe y quita todos los estorbos que te lo impidan. Eso incluye a la esposa del licenciado Robles.
Piedad: Pero no sé cómo puedo hacerlo. ¿De qué manera?
Mary: (caminando tras Piedad) Yo te voy a estar ayudando. Te lo prometo.
Mary sonríe con malicia. La sombra alrededor de sus ojos, es oscura y penetrante.
EXT. / VECINDAD / HORAS DESPUÉS
Nicolás estaciona su auto frente a la entrada de la vecindad. María Belén, al final, accedió a que él la llevara. La muchacha se baja.
María Belén: Muchísimas gracias por haberme traído. Ahí te la debo (Le sonríe).
Nicolás: Con gusto. Y a propósito, ¿cómo te llamas?
María Belén: María Belén.
Nicolás: Yo me llamo Nicolás. ¿Quién sabe? A lo mejor nos volvamos a ver más adelante y ya sabremos nuestros nombres. Cuídate.
María Belén: Tú también y ya me voy a entrar. No vaya a ser que me moje con el aguacero que va a caer.
Se oye un trueno. En pocos instantes, una fuerte tormenta empieza a caer en la ciudad. María Belén entra a la vecindad cojeando, algo que a Nicolás lo deja extrañado.
Nicolás: (pensando) Es coja….
La muchacha ve que las luces de la casa están apagadas, pero se decide a tocar. Segundos después, Amarguras le abre, pero no la deja entrar
Amarguras: (cruzándose de brazos) Por fin te dignas a llegar. ¿Traes dinero?
María Belén: Sólo gané esto (Saca unas monedas y se las entrega).
Amarguras: ¿Esto?
María Belén: (apenada) Madrina, déjeme explicarle...
Amarguras: (pegándole una cachetada) ¡Cállate! A parte de que eres una coja inútil, ¿cómo tienes el cinismo de aparecerte en esta casa y a esta hora sin dinero?
María Belén: (llorando furiosa) ¡La única que se tiene que callar es usted! ¡Porque óigame bien! ¡Le prohíbo volverme a poner una mano encima! ¿Me entendió?
Amarguras se sorprende y abre los ojos como platos.
Amarguras: ¿Desde cuándo te atreves tú a prohibirme cosas? ¿Ah? (Le pega otra cachetada) ¡Estúpida!
Pero María Belén no se deja y le devuelve la cachetada a Amarguras con más intensidad a tal punto de que la mujer cae al piso.
María Belén: (furiosa) ¡Se lo advertí! ¡A mí no me va a volver pegar, vieja bigotuda! ¿Le queda claro o todavía no?
Amarguras: (asustada) ¡Piedad, auxilio! ¡La coja me quiere matar! (Levantándose) ¡Lárgate de mi casa o voy a llamar a la policía! ¡Lárgate y no vuelvas!
Amarguras le cierra la puerta a María Belén. Dentro de la casa, Piedad se levanta perturbada por los gritos.
Piedad: ¿Qué pasó, mamá? ¿Por qué me llamaste?
Amarguras: ¡Es la coja de María Belén! La muy altanera se atrevió a cachetearme y todavía me amenazó de muerte. Parecía el mismo demonio (Exagera). Pero ya la eché a la calle.
Piedad: (sorprendida) ¿La echaste?
Amarguras: ¡Por supuesto! (Organizándose el cabello) No podía dejarla pasar la noche aquí después de lo que me hizo. Además, ya no me interesa quitarle la miseria que gana trabajando. Me convenía más echarla.
Afuera, María Belén no sabe qué hacer. La lluvia cae y ella decide abrazarse así misma sintiéndose muy afligida. Agapito está escondido tras una pared y se acerca a ella.
Agapito: María Belén… Sin querer oí que tu madrina te echó de su casa.
María Belén: (apenada) No quería causar escándalos, don Agapito. Disculpe.
Agapito: No te preocupes. Imagino que no tendrás a donde ir. ¿O sí?
María Belén: No. Pensaba ir a la casa de doña Ramona para pedirle ayuda a ella, pero me da pena molestarla a esta hora.
Agapito: Si quieres, puedes pasar la noche en mi casa. Ya mañana hablamos y podríamos… (Le acaricia el rostro) Mirar que hacemos.
María Belén: (incómoda) No sé. Me daría vergüenza con su mujer.
Agapito: Por ella no te tienes que preocupar. Sandra no te va a decir nada. Si tú te portas bien conmigo, puedes salir bien beneficiada.
María Belén: No le entiendo qué me quiere decir. ¿Cómo que si… me porto bien con usted?
Agapito: (mirándola depravado) No me vayas a salir con que no me entiendes (La va acariciando las piernas). No sabes lo mucho que he soñado siempre con hacerte mi mujer, María Belén.
María Belén: (empujándole) ¡No me vuelve a tocar, viejo degenerado! Respéteme. Yo no soy como esas mujeres que trabajan en su bar. ¡No, señor! ¡Conmigo se equivoca!
Agapito: ¡Ya no te hagas la difícil! (Intenta besarla a la fuerza) Yo sé que te mueres por estar conmigo. Vamos. Déjate querer.
María Belén se resiste y le pega en la entrepierna a Agapito. Éste se arrodilla en el piso de dolor. La joven sale corriendo a la vez que cojea.
Agapito: ¡Tonta malagradecida! ¡Deberías agradecer que un tipo como yo me haya fijado en una coja como tú! (Le grita adolorido).
María Belén sólo ignora sus palabras mientras cojea en medio de la lluvia hacia la salida de la vecindad. Ella se recuesta en una pared y rompe a llorar. Al otro lado de la carretera, Nicolás está en su auto, a punto de irse, cuando ve a María Belén, por lo va hacia ella y le grita desde la ventanilla.
Nicolás: ¡Oye! ¿Qué haces ahí mojándote?
María Belén se sorprende al verlo.
CONTINUARÁ…