INT. / CASA ROBLES / DÍA
Tocan el timbre de la casa. María Belén, que pasa cerca sosteniendo una canasta, es la que abre y se encuentra con Piedad, quien entra a la casa estrujando a María Belén.
Piedad: ¡Miren nada más quién me abrió la puerta! ¡La coja inútil!
María Belén: (cruzándose seria de brazos) Yo me imagino que aquí viniste a trabajar y no andar insultándome.
Piedad: Efectivamente, pero da la casualidad de que justo eres la nueva sirvienta de la familia. Me pregunto cómo es que una coja muerta de hambre como tú se pudo hacer amiga de Nicolás Robles.
María Belén: Pues da también la casualidad de que eso a ti no te importa. Ocúpate mejor de tus asuntos. Yo podré estar coja, pero al menos no soy una descarada como tú.
Piedad: (furiosa) ¿Cómo te atreves a…?
En ese momento, las interrumpe Nicolás.
Nicolás: María Belén, ¿vas a salir?
María Belén: Sí. Dorotea me encargó ir al mercado para comprar unas cosas que hacen falta en la cocina.
Nicolás: Si es así, entonces déjame llevarte.
María Belén: Claro que no. No te tienes por qué molestar. Yo puedo ir sola. Dorotea me dijo dónde queda.
Nicolás: De todos modos, déjame llevarte. Tú no conoces bien esta zona y te puedes perder en el camino. Así te familiarizas con el vecindario. ¿Qué dices?
María Belén: (sonriendo) Bueno, está bien. Vamos.
María Belén sale con Nicolás. Piedad se queda mirándolos fulminante.
Piedad: (imitando a María Belén) “Claro que no. No te tienes por qué molestar” (Deja de imitarla) Idiota. No puede poner más cara de mustia porque no puede (Asqueada).
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, CUARTO DE ISIS / DÍA
La señorita Isis tiene un montón de ropa regada por todo su cuarto y sigue sacando más de algunas maletas. Tocan la puerta en ese momento.
Isis: Sí, adelante.
Camila: (entrando al cuarto) Con permiso, señorita Isis. ¿Me mandó a llamar?
Isis: ¡Sí, sí, muchacha! Pasa. A ti te necesitaba. Necesito que me ayudes a guardar y doblar mi ropa en mi armario. Desde que llegué, no he terminado de desempacar toda la que traje desde España.
Camila: ¡Ay señorita! Me va a disculpar, pero…
Isis: (jalándola del brazo) ¡Qué coño ni qué nada tía! Tú estás muy joven para andar sin oficio ni beneficio.
Camila: Se equivoca (Se suelta suavemente de Isis). Sí tengo otras cosas que hacer. En menos de una hora tengo que darle su medicina a don Roberto.
Isis: Ese viejo cascarrabias no se va a morir por una pinche medicina, mi niña. Además, yo te necesito más que él.
Camila: (sonriendo resignada) Bueno. Está bien. Le voy a ayudar…
Isis: ¡Joder! Ni sé por dónde empezar (Mirando toda su ropa tirada) ¿En qué momento compré tanta ropa? No me va a caber en mi armario.
Camila: Don Roberto me comentó que usted piensa abrir un almacén de ropa, ¿no? Puede usar los vestidos en mejor estado y ponerlos en venta. Así la inversión no sería tanta.
Isis: (gritando emocionada) ¡Me encanta la idea! Así me quedaré con una buena parte de lo que me prestó mi hermano.
Camila: (tomando uno de los vestidos) Sólo que tendría que aclarar que estos vestidos son exclusivos para damas mayores. Digo, por las tallas…
Isis: Y también tendré que decir que fueron fabricados y exportados directamente de Francia e Italia. Así será más fácil atraer clientas.
Camila (extrañada): ¿Y es que acaso todos estos vestidos no fueron fabricados en esos países?
Isis: Por supuesto que no, cariño. Todos me los gané en un remate, y los compré en una promoción al 2x1. Sólo unos pocos si son de calidad y eso porque los tomaba prestados de los centros comerciales sin que me vieran, pero ya ves… Olvidé devolverlos (Niega con la cabeza muy cínica).
Camila no puede evitar reírse disimuladamente. En eso, se choca sin querer con la mesita de noche de Isis y deja caer una foto enmarcada.
Camila: (apenada) Ay, qué pena con usted señorita. Ya mismo la recojo.
Ella la recoge y afortunadamente ve que no se quebró. Es una foto de Damián, en la que sale sonriendo. Camila sonríe al ver la foto. Isis lo nota y se acerca a ella por detrás.
Isis: Te gusta mi ahijado, ¿verdad? ¡Picarona! Te he pillado
Camila: (dándose la vuelta) Claro que no, señorita Isis. ¿Qué cosas dice? (Pone otra vez la foto en la mesita).
Isis: ¡Síguelo negando!
Camila: Ya le dije que no me gusta, Damián. Es un buen muchacho. Sólo me cae bien, pero no me gusta.
Isis: ¡Mentirosa! ¡Te gusta Damián! ¡Te gusta, lo veo en tus ojos!
Isis empieza a cantar a viva voz y agarra a Camila de las manos para empezar a dar vueltas con ella.
Isis: ¡A Camila le gusta Damián y los dos se van a casar! (Deja de cantar y dar vueltas)
Camila: (riéndose) Está loca usted…
Isis: Mira, mi niña (La sienta en la cama). Escúchame muy bien. Si te gusta Damián, no tienes por qué avergonzarte. Todo lo contrario. Cómprate un disfraz de gatúbela para esta noche y hazle uno de esos bailes exóticos y sensuales (Haciendo poses ridículas).
Camila: (avergonzada) ¡Ay, señorita Isis! ¡Qué cosas con las que sale usted!
Isis: Vas a ver que con eso dejarás a mi ahijado hechizado por ti para siempre. Hazme caso (Le guiña el ojo). Pero eso sí. No vayas a jugar con él. El pobrecito ya ha sufrido mucho…
Camila: (extrañada) ¿Ah, sí?
Isis: No me corresponde a mí contártelo, para ya que vas a ser casi que mi nuera, lo tienes que saber. Damián ha sufrido mucho desde que sus padres se murieron y…
Isis sigue contándole a Camila la historia de Damián.
EXT. / CEMENTERIO / DÍA
Paralelamente, Damián está frente a dos tumbas, que son las de sus padres. Se inclina y a cada una le pone un clavel blanco.
Damián: Perdónenme, por favor (Conteniendo el llanto). Perdónenme por haberlos dejado solos esa noche que entraron esos ladrones y los mataron (Derrama unas lágrimas). Los extraño mucho…
EXT. / VECINDARIO / DÍA
María Belén y Nicolás caminan a paso lento por el vecindario, en el que éste último vive. Ella sostiene la canasta con las cosas que compró del mercado.
Nicolás: Ven, dame la canasta. Te ayudaré a cargarla...
María Belén: Claro que no, Nico. Gracias, pero yo la puedo llevar sola por más coja que esté.
Nicolás: Dámela de todos modos. Eso no sería caballeroso de mi parte (Le quita la canasta María Belén).
María Belén: ¡Ya te dije que no!
Los dos forcejean con la canasta y la dejan caer. Las verduras y frutas se caen en la acera.
María Belén: (mirándolo con los ojos entrecerrados) ¿Ya ves lo que hiciste?
Nicolás: ¿Yo? Pero sí fuiste tú la que no dejó que cargara la canasta (Le bromea).
María Belén: (sonriendo) Pues bien. Ya que eres tan caballero, inclínate y recógelo todo antes de que se dañe.
Nicolás: ¿Crees que tengo cuatro manos? Voy a necesitar que me ayudes.
María Belén: ¡Qué idiota eres! Ja, ja, ja.
María Belén se inclina para recoger las cosas que se cayeron, al mismo tiempo que Nicolás. Los dos se miran en ese momento fijamente. María Belén se siente un poco incómoda y le evade la mirada a Nicolás para recoger todo lo que se cayó y volverlo a poner dentro de la canasta. Al final, se incorporan y es Nicolás quien lleva la canasta.
Nicolás: ¿Sabes? Estoy aburrido. ¿Por qué no aprovechamos y nos vamos a divertir un rato?
María Belén: Yo tengo que volver a mi chamba y llevarle esto a Dorotea, así que no puedo.
Nicolás: ¡Qué aguafiestas! Además, no va a ser mucho tiempo. Te prometo que sólo nos vamos a demorar una hora (Le sonríe).
María Belén: Te dije que no. ¡Qué terco!
Nicolás: Yo podré ser terco, pero tú eres una amargada.
María Belén: (sorprendida) ¿Amargada? Ni me digas esa palabra que me recuerdas a la bruja de mi madrina (Los dos se ríen).
Nicolás: Pues así te vas a llamar tú de ahora en adelante, “Amarguras 2”. Es más, ya mismo saco mi celular y te presentas con tu nuevo nombre y luego lo subimos a Internet (Saca su celular y pone a grabar a María Belén) ¿Qué te parece?
María Belén: ¡Menso! ¡Ja, ja, ja! Deja eso (Le tapa con una mano la cámara del celular) Sólo te voy a aceptar la invitación con una condición.
Nicolás: ¿Ah, sí? ¿Cuál?
María Belén: ¡Que me alcanzas para que veamos quién es el amargado!
María Belén sale corriendo, pero a la vez cojeando, por supuesto. Nicolás se queda parado un rato, viendo a María Belén y sonriendo fascinado por ella.
María Belén: ¿Qué haces ahí paradote? ¿Te vas a rendir tan fácil?
Nicolás sonríe y sale corriendo tras María Belén. Luego se empiezan a intercalar varias escenas de ellos dos, que llegan hasta un parque de diversiones. Allí comen algodón de azúcar, se toman una foto juntos y se divierten subiendo a varias de las atracciones y juegos mecánicos, como la rueda y los carros chocones.
INT. / CASA ROBLES, PASILLOS / DÍA
Lucrecia sale de su habitación, llorando destrozada y se recuesta en la pared, sintiendo un profundo dolor emocional.
Lucrecia: (llorando desgarrada) ¿Cómo es posible? ¿Cómo es que Rodolfo me hace esto y trae a su amante a trabajar en mi propia casa y frente a mis narices? ¡Desgraciado infeliz!
Lucrecia respira profundo tratando de contener el llanto.
Lucrecia: Y yo que se lo di todo. ¡Le di mis mejores años! Le di mi juventud, mis sueños, mi dinero. ¡Renuncié a ser pintora por él y me hace semejante bajeza! ¿Cómo pude ser tan estúpida? (Se reprocha muy dolida).
En ese momento, Piedad llega caminando por el pasillo y se acerca a Lucrecia al verla tan mal.
Piedad: (fingiendo extrañeza) ¿Señora Lucrecia? ¿Pero qué le pasa? ¿Por qué está así?
Lucrecia mira muy seria a Piedad. Empieza a respirar agitada y, sin darse a la espera, le lanza una sonora cachetada.
Lucrecia: ¡Prostituta! ¡Perra!
Piedad se vuelve el rostro y mira furiosa a Lucrecia. Las dos mujeres se retan con la mirada.
Lucrecia: ¡Ya lo sé todo! (Le grita) Con que amante de mi marido en mi casa. ¡Maldita! (La vuelve a abofetear).
Piedad: (sonriendo cínica) Muy bien. Ya vi que se ha enterado de mi relación con Rodolfo.
Lucrecia: (furiosa) ¿Y lo reconoces con ese cinismo? ¡Largo de mi casa! (La empuja) ¡Vete! ¡Lárgate antes de que te agarre a golpes, prostituta barata!
Piedad: ¡Ya está bueno de insultos, señora! Se ve patética. Acepte de una buena vez que Rodolfo hace mucho rato que se cansó de usted y se buscó a una más joven, una que sí le pudiera dar todo lo que usted no pudo.
Lucrecia: ¿Cómo te atreves? Te metiste en mi casa para poder estar más cerca de él, ¿no? Pensaban revolcarse y burlarse de mí en mis narices.
Piedad: Deje de ser tan melodramática, por favor. A parte le puedo asegurar que yo no he sido la única que su esposito se ha conseguido (Le sonríe con mucho cinismo y burla).
Lucrecia: ¡Desgraciada! (Intenta pegarle otra cachetada, pero Piedad le detiene la mano).
Piedad: ¡No más! ¿Qué se creyó para andar pegándome, vieja estúpida? (La empuja) ¿Quiere oír la verdad de todo? ¡Muy bien!
La sombra de los ojos de Piedad se torna a una oscura y su mirada se vuelve penetrante como si fuera una auténtica psicópata. Empieza a hablar, pero no es Piedad la que habla, sino su otra personalidad, Mary.
Mary: Yo lo planeé todo. Impulsé a Piedad a que grabara un video de ella y Rodolfo en plena acción.
Lucrecia niega con la cabeza sintiendo un poco de temor. Mary camina hacia ella y Lucrecia retrocede.
Mary: Con ese video, Piedad pudo chantajear a Rodolfo para que le diera este trabajo de asistente aquí en su casa, pero todo va más a allá de un simple trabajo, señora.
Lucrecia: (asustada) ¡Dorotea, Nicolás!
Mary: (riéndose malvada) Nicolás salió con la coja de María Belén y Dorotea está en la sala limpiando con la aspiradora. Nadie nos puede oír.
Lucrecia: ¡Aléjate de mí, desgraciada!
Mary: ¿No quiere seguir oyendo mi perfecto plan? Todo lo armé para poder destruir su matrimonio. Puse una copia del video entre la ropa de Rodolfo para que usted pudiera verlo.
Lucrecia: (llorando) ¿Para qué? ¿Qué ganabas con que yo me enterara de todo?
Mary: Por la sencilla razón de que así tendría la oportunidad deshacerme más fácil de usted.
Esas últimas palabras ponen fría literalmente a Lucrecia y abre los ojos, anonadada.
Mary: Así Piedad va a poder convertirse en la nueva señora de Robles y va a heredar todo esto cuando usted esté muerta (Se ríe a carcajadas, con la mirada desorbitada y muy profunda).
Lucrecia: ¡No te vas a salir con la tuya! Voy a hablar ahora mismo con mi abogado. ¡Loca!
Lucrecia sale corriendo a su habitación de nuevo. Toma el teléfono inalámbrico entre sus manos, pero Mary se lo arrebata y lo tira al piso fuertemente, destrozándolo.
Lucrecia: (aterrada) ¡Dorotea! ¡Dorotea, auxilio!
Mary: ¡Cállese!
Mary le pega una fuerte cachetada a Lucrecia y acto seguido, la jala del pelo. Lucrecia grita adolorida y muy asustada, tratando de zafarse y logra darle una patada en la pierna, cosa que aprovecha para escapar, pero en el pasillo, Mary la alcanza y la vuelve a agarrar del pelo.
Lucrecia: ¡Auxilio! ¡Ayúdenme, por favor! (Gritando desgarrada).
Mary la vuelve a meter al cuarto y luego al baño.
Mary: ¡Te voy a mandar al infierno, estúpida!
Mary tira al piso a Lucrecia y la empieza a ahorcar. Lucrecia siente que le falta la respiración, trata de soltarse, pero la fuerza de Mary es superior a la suya. En eso, Lucrecia ve el secador sobre una mesa y estira el brazo para tratar de alcanzarlo. Al final, lo logra y golpea con el secador en la cabeza a Mary, dejándola medio inconsciente.
Lucrecia: (tosiendo) ¡Por favor, auxilio! (Trata de salir del baño).
Mary abre los ojos y jala de un pie a Lucrecia. Ella se cae al piso y Mary aprovecha para jalarla del pelo nuevamente con una mano. Con la otra mano abre la llave de la bañera.
Lucrecia: (adolorida y tosiendo) ¡Déjame! (Intenta soltarse).
Mary: ¡Cuando estés muerta!
La bañera se empieza a llenar de agua. Mary ahoga con una penetrante y psicópata mirada a Lucrecia en la bañera jalándola de la cabellera. Lucrecia intenta soltarse.
Mary: (furiosa) ¡Muere maldita vieja! ¡Muere!
Lucrecia trata de sacar la cabeza, pero no puede. Mary la sigue hundiendo sin detenerse un solo instante, ensañada y dispuesta a matarla. A Lucrecia le empieza a faltar la respiración, cada vez se desespera más por tratar de sacar la cabeza y segundos después, se queda quieta y deja de intentar soltarse de Mary. Ésta se sonríe con malicia.
EXT. / MANSIÓN ALTAMIRA, JARDÍN / DÍA
Damián llega a la mansión después de haber ido al cementerio y se encuentra con Camila en el jardín. Los dos se sonríen entre sí.
Damián: Hola.
Camila: Hola Damián. ¿Vienes de alguna parte?
Damián: (esbozando la sonrisa) Sí. Vengo del cementerio. Estaba visitando las tumbas de mis padres.
Camila: Ah, lo siento mucho.
Damián: No te preocupes. Ahora que te veo, te reitero la invitación que te hice el otro día, sobre la de tomar un café. ¿Qué me dices?
Isis: (escondida tras un arbusto) ¡Dile que sí, joder!
Damián: (extrañado) ¿Qué fue eso?
Camila: (nerviosa) ¡Ah, nada! Ignóralo. Seguro fue una vieja cacatúa.
Isis: (ofendida) ¡Vieja cacatúa será tu abuela!
Damián: Se parece a la voz de mi madrina.
Camila: (riéndose nerviosa) Sí, eso noté. En fin… Te iba a decir que sí, gustosa te acepto la invitación. Muchas gracias.
Damián: ¡Qué bien! Podría ser ahora más tarde cuando llegue tu hora de salida.
Camila: Claro. Me parece muy bien.
EXT. / CASA ROBLES / DÍA
María Belén y Nicolás llegan caminando riéndose por cómo se divirtieron juntos.
María Belén: Hubieras visto tu cara cuando subimos a la montaña rusa y bajaste. Estabas reteasustado.
Nicolás: ¿Asustado yo? Te equivocas. Es que bajó muy rápido y puse esa cara de la impresión.
María Belén: (irónica) Sí, como digas. ¡Ándale, yo sé que tenías miedo!
En eso, los dos ven una patrulla de policía estacionada frente a la casa.
Nicolás: (extrañado) ¿Qué pasó aquí?
María Belén: Es la poli…
Los dos entran a la casa y ven un panorama muy triste. Dorotea llora desconsolada hablando con un policía.
Dorotea: (al policía) Sí. Como le digo yo estaba en la sala limpiando el polvo con la aspiradora. Hacía mucho ruido y no me di cuenta de nada.
A Piedad también la interroga otro policía. Rodolfo, por otra parte, tiene una mirada distante, parado al lado de Piedad.
Piedad: (al policía) Yo estaba en el despacho realizando un informe que el licenciado me había pedido y que tenía que enviarle por mail. Yo sólo escuché cuando la señora Lucrecia estaba llorando encerrada en su cuarto, pero no me atreví a molestarla (Miente muy cínica).
Nicolás se acerca a Rodolfo.
Nicolás: ¿Qué está pasando aquí?
Rodolfo: (incómodo) Nicolás, tu madre… Lucrecia…
Nicolás: (desesperado) ¡Dime, papá! ¿Qué pasó con mi mamá?
De repente, los hombres del cuerpo forense bajan entre todos y sobre una camilla, el cuerpo sin vida de Lucrecia, cubierto por una sábana blanca. Nicolás mira anonadado y respirando agitado. María Belén se lleva la mano a la boca.
Nicolás: (negando con la cabeza) No, mi mamá…
Nicolás se acerca al cuerpo forense y quita la sábana, viendo el rostro de su mamá, aunque la cámara no lo enfoca. Nicolás rompe a llorar desesperado.
Nicolás: ¡No! ¡Mamá! ¡Mamá! (Llorando desgarrado).
María Belén empieza a llorar y se acerca a Nicolás para consolarlo. Piedad sonríe con malicia en el fondo.
CONTINUARÁ…