INT. / CASA ROBLES, CUARTO DE MARÍA BELÉN / NOCHE
Es Madrugada. María Belén duerme en su cama sin percatarse de que alguien abre la puerta de su cuarto silenciosamente y entra. Esa persona es Piedad, quien usa una bata y le lanza a la joven coja una profunda mirada de desprecio. Piedad se acerca hacia María Belén y se saca de uno de los bolsillos de su bata el collar de Lucrecia que traía puesto en la cena.
La mujer, con cuidado, le retira la almohada a María Belén y mete el collar dentro. Luego, le alza con delicadeza la cabeza a María Belén para volverle a poner la almohada. María Belén se mueve, como si fuera a despertarse, y Piedad se queda quieta para no hacer ningún ruido.
Piedad: (susurrando) Si pudiera, me desharía de ti en este mismo instante como hice con Lucrecia, maldita coja (Habla con odio).
Piedad sonríe con malicia y vuelve a salir del cuarto. Las horas pasan y amanece sobre Ciudad de México. Se enfocan panorámicamente los sitios más emblemáticos y como las autopistas empiezan a llenarse de autos, y las personas que salen de sus casas para ir a sus trabajos y ocupaciones.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, CUARTO DE DON ROBERTO / DÍA
Todo en la mansión está en silencio. Don Roberto duerme en su cama muy cómodo cuando, de repente, se despierta sobresaltado al escuchar unos mariachis que están tocando abajo.
Roberto: (sobresaltado) ¡Madre mía! (Se lleva la mano al pecho) ¿Qué está pasando?
Es en la sala, donde están los mariachis, dirigidos por Isis quien tiene puesto un típico sombrero mexicano.
Isis: (gritando) ¡Ay, ay, ay! ¡Me siento más mexicana que nunca! ¡A celebrar, joder!
En eso, don Roberto y Damián bajan las escaleras en pijama, perturbados por la música.
Roberto: ¿Qué es este ruido? ¡Silencio! (Los mariachis no se callan) ¡Dije silencio! (Grita muy molesto y los mariachis dejan de tocar) ¿Se puede saber qué significa esto, Isis? ¿Por qué metes mariachis a mi casa a esta hora de la mañana?
Damián: Don Roberto tiene razón madrina, son las siete.
Isis: ¡Sólo estoy celebrando mis pequeños! ¿No se dan cuenta? ¡Ahora soy muy famosa! (Emocionada).
Roberto: ¡Qué famosa ni qué nada! ¿Terminaste de volverte loca por completo? ¡Deja el escándalo!
Isis: Para tu información, no es ningún escándalo. ¡Digo la verdad, por todos los cielos! ¡Miren!
Isis saca una tablet de los calzones dejando a Don Roberto y Damián sorprendidos. Isis se les acerca y en la tablet les reproduce un video de YouTube, que es el comercial de Beauté del que ella es protagonista. En el comercial, Isis se pasea por una habitación iluminada, aplicándose un perfume en espray y haciendo una expresión sensual en el rostro mientras habla una voz en off femenina:
Voz en off: Descubre el poder de la sensualidad y el amor en la nueva fragancia que Beauté trae para ti con Spring Lover.
En la última escena del comercial, Isis lanza un beso con la mano de modo muy sensual y guiña un ojo. El comercial termina, y don Roberto y Damián se miran entre sí muy sorprendidos.
Isis: ¿Lo ven, chicos? (Presumiendo) Ese video ya lleva tres millones de visitas (Les señala a don Robert y Damián en la pantalla de la tablet) ¡Es un éxito en Internet! ¿Qué pueden decir a eso, ah?
Damián: Bueno, pues yo te felicito de todo corazón, madrina. Te deseo éxitos (La abraza, pero Isis le corresponde apretándolo más fuerte).
Isis (conmovida) ¡Muchísimas gracias, guapo! ¡Me hace tan feliz tu apoyo! ¡Oh, voy a llorar! (Abrazando a Damián casi que asfixiándolo) ¡Cuánta felicidad, por Santa Teresa!
Roberto: ¡Ya suelta a ese, muchacho, Isis! ¡Lo vas a matar!
Isis: (dejando de abrazar a Damián) ¡Tú siempre tan exagerado! ¡Anda! ¡Dame también un abrazo! (Va a abrazar a don Roberto).
Roberto: ¡Aléjate de mí! No necesito tus abrazos cariñositos de vieja gorda.
Isis: Como quieras. El punto es que ya viste que gané la apuesta que hicimos.
Roberto: (extrañado) ¿Apuesta? ¿Qué apuesta?
Isis: No me salgas con que ya no te acuerdas, que bien me dijiste aquel día en la mesa que si hiciera las cosas bien me besarías los pies.
Don Roberto recuerda ese momento en que almorzaba con Isis.
FLASHBACK
Isis: (haciendo un puchero) Es increíble que le estés diciendo eso a tu propia hermana cuando deberías estarme apoyando y deseándome suerte.
Don Roberto: Si hicieras las cosas bien y tuvieras idea de cómo se maneja un negocio, hasta te besaría los pies, pero no. Todo lo haces con las patas y no con la cabeza. Deberías internarte en un convento (Se lleva un bocado de comida a la boca).
FIN DEL FLASHBACK
Roberto: (dejando de recordar) ¡Quédate esperando! ¡Ni estando loco besaría tus pies!
Isis: (desafiante) ¡Tendrás que hacerlo! ¡Una apuesta es una apuesta!
Isis deja la tablet a un lado y se quita los zapatos, dejando ver sus descuidados y mal olorosos pies, con las uñas crecidas y mugrosas. Don Roberto y Damián al ver los pies de la señorita, se llevan la mano a la boca y salen corriendo hacia el baño para vomitar.
Isis: (extrañada) ¿Y ahora qué? Si mis pies son preciosos.
De repente, suena el celular de Isis y se lo saca de los calzones.
Isis: (contestando) ¿Sí, diga?
Al otro lado de la línea habla Alberto desde su celular, sentado frente a su laptop.
Alberto: (al otro lado de la línea) Hola, Isis, soy yo.
Isis: ¡Albert, querido! ¿Ya viste cuántas visitas tiene el comercial en YouTube?
Alberto: Sí. Precisamente te llamo para felicitarte por eso y pensé que podríamos ir a celebrarlo. ¿Te gustaría ir a cenar conmigo?
Isis: ¡Por supuesto que sí! Deja miro qué encuentro en mi viejo ropero para ponerme (Sonríe emocionada).
Alberto: Por eso no te preocupes. Voy a enviarte un par de manicuristas a tu casa y también a mi chofer para que te entregue una tarjeta de crédito.
Isis: (muy sorprendida) ¿Una tarjeta de crédito? ¡Misericordia! ¿Para mí?
Alberto: Claro que sí. Con esa tarjeta vas a poder comprar toda la ropa que quieras e ir a los mejores salones de bellezas para que te dejen espectacular.
Isis al escuchar a Alberto cae desmayada cómicamente.
Alberto: (extrañado) ¿Isis? ¿Isis? ¿Sigues ahí?
INT. / CASA ROBLES, COCINA / DÍA
María Belén y Dorotea preparan el desayuno. La segunda está preparando el jugo de naranja, mientras la primera lava un par de platos.
Dorotea: Parece que tienes muchos motivos para sonreír esta mañana, muchacha.
María Belén: (sonriendo) ¿Te parece Dorotea?
Dorotea: (sonriendo) ¡Huy, niña! ¡Qué pregunta! Si a leguas se te nota. ¿Qué te tiene tan feliz?
María Belén: (dejando de lavar los platos) ¡Ay, es que…! (Ríe tímida) Es Nicolás.
Dorotea: (extrañada) ¿El joven Nicolás? ¿Por qué? (Después de una pausa) ¡Ah, ya entiendo! No te molestes en decírmelo. Me lo imagino (Sonríe pícara).
María Belén: Estoy muy enamorada de él, Dorotea, y él también lo está de mí. ¡Nos besamos anoche! (Le cuenta muy emocionada).
Dorotea: Ja, ja, ja. ¡Mejor pareja no pueden hacer! ¿Por lo menos ya son novios?
María Belén: ¡Sí! ¡Él me lo propuso! (Esboza su sonrisa) Al principio no estaba tan segura de decirle que sí porque no me sentía para él.
Dorotea: No te sentías a su altura…
María Belén: Sí, eso mismo, pero al final no me sentí capaz de decirle que no porque lo quiero mucho. ¡Ay, Dorotea! ¡Estoy tan feliz! (Sonríe tierna).
Dorotea: A mí también me da gusto que ustedes dos estén juntos. Nicolás es un buen muchacho y estoy segura que sus intenciones contigo son serias, pero… (Se detiene poniéndose seria).
María Belén: (extrañada) ¿Pero qué? ¿Qué ibas a decir?
Dorotea: Es lo mismo que te dije ayer, sobre de irte de esta casa antes de que algo malo pase que puedas lamentar.
María Belén: Yo sigo sin entender qué es eso qué puedo lamentar como dices tú. ¿Qué tiene que ver que me vaya?
Dorotea: Está bien, te lo voy a decir. Es la muchacha esa…
Justo en ese momento, Piedad entra a la cocina y toma bruscamente de un brazo a María Belén, mirándola fulminante.
Piedad: (furiosa) ¡Dime dónde pusiste mi collar, coja desgraciada! ¡Anda! ¡Dímelo!
María Belén se desconcierta por el reclamo de Piedad.
INT. / BAR “NOCHES DE ENSUEÑO” / DÍA
Agapito está limpiando la barra del bar, al tiempo que habla con Amarguras. Sandra a lo lejos los mira, ocupando una mesa y haciendo unas cuentas en una calculadora.
Sandra: (en voz baja) ¿Qué tanto hablarán siempre Agapito y doña Amarguras? (Intrigada).
En la barra, Amarguras sigue hablando con Agapito.
Agapito: (serio) Espero que no me esté tomando del pelo como todas las anteriores veces, doña Amarguras, o le puede pesar.
Amarguras: ¡Baja la guardia! Yo nunca te he tomado del pelo. Como te dije ese día, la oportunidad de que María Belén fuera tuya como has querido no se había presentado, pero hoy sí.
Agapito: ¿De qué modo? Explíqueme.
Amarguras: Es muy sencillo. Lo único que tienes que hacer es aprovechar el momento propicio para ofrecerle tu ayuda a María Belén cuando se quede sin trabajo. No será de noche para cuando la tengas en tus manos (Le sonríe con malicia).
Agapito: Eso me gusta. ¿En dónde va a estar María Belén?
Amarguras: Je, je, je. Tú mismo lo sabrás con los hechos. Confía en mí.
Agapito: (pensando en María Belén) ¡Al fin! Ya quiero tener esa “cojita” para mí solo y hacerla mía de una buena vez.
Los dos se sonríen entre sí con malicia.
INT. / CASA ROBLES, SALA / DÍA
Piedad lleva a María Belén hasta la sala de la casa jalándola del brazo. Dorotea va tras ellas.
Piedad: (gritando) ¡Habla! ¿Qué hiciste con mi collar?
María Belén: (soltándose) ¿Pos yo qué voy a saber? A mí no me reclames lo que no tomé. No sé nada de ningún collar (Dice muy segura).
Nicolás y Rodolfo bajan las escaleras, aturdidos por los gritos de Piedad.
Rodolfo: ¿Qué está pasando aquí, Piedad? Tus gritos se oyen por toda la casa.
Piedad: (fingiendo) ¡Rodolfo! (Corre hacia él) ¡Mi collar! ¡Mi collar desapareció!
Rodolfo: ¿Qué collar?
Piedad: (desesperada) ¡El collar que me obsequiaste que era de tu esposa! ¡No lo encontré por ninguna parte! ¡Me lo robaron!
Nicolás: (a Rodolfo) ¿Le regalaste el collar de mi mamá a esta mujer? (Pregunta muy indignado).
Piedad: Eso no es lo que importa. El punto es que me lo robaron y fue una de estas dos miserables sirvientas (Señala a María Belén y Dorotea). ¡No me lo quieren devolver!
María Belén: Yo ya te dije que no sé de qué collar me hablas. No tomé nada.
Dorotea: Yo tampoco, don Rodolfo. Se supone que Piedad…
Piedad: (interrumpiéndola) ¡Señorita Piedad! De ahora en adelante ten más respeto en la manera con la que te dirijas a mí.
Dorotea: Iba a decir que la se-ño-ri-ta Piedad (Recalca irónica) lo llevaba puesto anoche y sólo ella debe saber en donde lo puso, así que no comprendo el motivo de que nos reclame a mí y a María Belén.
Piedad: ¿No es obvio? ¿Qué se puede esperar de dos sirvientas que vienen de abajo?
María Belén: ¡Ay, sí! ¿Y tú qué? Te crees la gran cosa, pero también vienes de bien abajo. Piedad. Nomás acuérdate de dónde creciste y todas las necesidades que tuviste que pasar. Muchas veces te fuiste a la cama sin nada que comer.
Piedad: (furiosa) ¡Tú cállate, coja estúpida! ¿Cómo te atreves a hablarme así?
Rodolfo: (furioso) ¡Bueno, ya basta! ¡Suficiente de gritos en mi casa! ¡No más!
Nicolás: Esto es un escándalo innecesario. El collar debe estar en algún lado, aparte no entiendo el porqué del reclamo si esta mujer hizo exactamente lo mismo de lo que está acusando a María Belén y Dorotea.
Piedad: (haciéndose la indignada) No puedo creer lo que estoy escuchando, Rodolfo. Tu hijo me está diciendo que yo robé ese collar.
Nicolás: ¿Y no es la verdad? El collar era de mi mamá y tú irrespetaste su memoria tomándolo para ti como si nada.
Piedad: Rodolfo me lo dio (Miente).
Nicolás: ¿Y eso que importa? Tú sin pensarlo dos veces se lo recibiste y todavía te atreviste a dormir con mi papá en la cama donde él dormía con mi mamá. ¡Los dos me dan asco!
Rodolfo: ¡Ya cállate, Nicolás! Lucrecia está muerta y no podemos guardarle luto la vida entera.
Nicolás: Para ti es muy fácil decirlo porque nunca la quisiste. Estuviste con ella por interés. La usabas y no me extrañaría que ya fueras amante de esa mujer antes de que mi mamá muriera.
De repente, Rodolfo le lanza una bofetada a su hijo con el dorso de la mano. Todas las mujeres se sorprenden. Nicolás se vuelve el rostro y mira furioso a Rodolfo al igual que éste a él. María Belén se acerca preocupada a Nicolás.
Piedad: (acercándose a Rodolfo) Déjalo, mi amor. No sigamos con esta discusión barata. Lo que me importa es recuperar mi collar haya sido de quien sea. Ahora me pertenece.
En ese momento suena el timbre.
Piedad: Debe ser la policía.
Rodolfo: (sorprendido) ¿Llamaste a la policía?
Piedad: Me previne desde el momento en que no lo encontré por ninguna parte mi. Dorotea, ve a abrirles.
Dorotea obedece haciendo un gesto serio en la cara y abre la puerta. Efectivamente, son dos policías que entran a la casa.
Policía 1: Buenos días. Nos llamaron para reportar un caso de hurto menor.
Piedad: ¡Qué bueno que llegaron, agentes! Es urgente. Mi collar sigue desaparecido y estoy segura de que lo puse sobre la cómoda del cuarto donde dormí cuando me lo quité.
Policía 2: (a Piedad) ¿Ya preguntó a alguno de los habitantes de la casa si sabe algo del collar?
Piedad: Sí, pero nadie me da razón. Si se tratara de una confusión, ya me lo habrían devuelto, pero no, así que mis sospechas de quienes lo pudieron haber tomado con malas intenciones son las dos sirvientas de la casa.
Dorotea tiene un recuerdo de la conversación que escuchó hace unos días entre Piedad y Amarguras.
FLASHBACK
Amarguras: Tienes que hacer algo, Piedad, y algo rápido para sacar a esa coja de esta casa.
Dorotea se desconcierta, pero sigue escuchando.
Piedad: ¡Eso te pasa por viciosa! Ni siquiera tendría por qué ayudarte, pero lo voy a hacer en vista de que me conviene para deshacerse de esa coja maldita, que todavía me las debe.
Amarguras: ¿Qué tienes pensado hacer entonces?
Piedad: (sonriendo con malicia) Ya tengo un plan. Sólo espérate hasta pasado mañana.
FIN DEL FLASHBACK
Dorotea (pensando) No puede ser. A esto se refería Piedad cuando hablaba con su mamá.
Policía 1: Muy bien. Vamos a proceder a requisar los cuartos de las empleadas para corroborar si el collar desaparecido está en alguno.
María Belén: Por mí no hay ningún problema. Requisen el mío. De igual forma no van a encontrar nada porque yo no me robé el dichoso collar ese.
Dorotea: (nerviosa) Por mí tampoco hay problema, agentes. Pasen a mi cuarto, es por aquí.
Dorotea les indica a los dos policías su cuarto. La pantalla se divide en varios cuadros, enfocando a los policías que buscan por todas partes: en los cajones de los escritorios, el armario, debajo del colchón de la cama, las sábanas, inclusive dentro de la almohada. Dorotea no puede evitar sentirse nerviosa cuando los policías siguen al cuarto de María Belén para realizar el mismo procedimiento. Todos se quedan parados desde la puerta para ver el trabajo de los policías. Uno de ellos toma la almohada de la cama de María Belén y la esculca por dentro. A los segundos, el policía saca el collar que Piedad había metido en la madrugada sin que nadie la viera. Todos se quedan sorprendidos, inclusive Piedad, aunque ella lo finge.
Policía 2: (a Piedad) ¿Reconoce este collar, señorita?
Piedad: (arrebatándole el collar al policía) Sí. Es el mismo que desapareció de donde lo puse anoche.
Nicolás: (desconcertado) No puede ser. María Belén, tú…
María Belén: (negando con la cabeza) No sé cómo llegó ese collar ahí. Yo no lo puse. Tiene que ser una equivocación (Asustada).
Piedad: (cínica) Deja de mentir, María Belén, por favor. ¿Qué significa esto entonces?
María Belén: ¡No sé! Yo no tomé ese collar ni lo puse ahí. Ni siquiera sabía que estaba en mi almohada.
Rodolfo se queda en silencio sabiendo que ese es el plan del que le había hablado Piedad. Dorotea, por su parte, también sabe que es una trampa, pero no se atreve a hablar.
Piedad: ¡Poco importan tus excusas! Es el colmo. Resultaste ser una vulgar coja ladrona.
María Belén: ¡Yo no soy ninguna ladrona! Estoy diciendo la verdad. Alguien lo tuvo que poner en mi almohada, pero yo no fui.
Piedad: ¿Piensas que vamos a creerte semejante estupidez? ¡Sé inteligente! Es el mismo pretexto trillado con el que se excusan todos los ladrones miserables y muertos de hambre como tú.
María Belén: ¡Ya te dije que no me robé nada!
Piedad: Sí, como digas. ¿Qué sigue ahora, María Belén? ¿Vas a decir que alguien te quiere inculpar? ¡Anda! Acepta de una vez que me odias y querías vengarte de mí.
María Belén no sabe qué decir de los nervios.
Piedad: (a los policías) ¿Lo ven, agentes? El silencio lo dice todo. ¡Arréstenla!
Nicolás: (interviniendo) ¡No, un momento! Nadie va a arrestar a María Belén. Yo sé que ella no hizo nada.
Piedad: ¿No te es suficiente prueba que hayan encontrado el collar entre sus cosas, Nicolás? Es más que evidente que esta coja sabía desde un principio lo que pretendía. Fingió ser tu amiga para ganarse tu confianza y dar el zarpazo cuando menos te lo esperaras.
María Belén: (muy alterada) ¡Eso no es verdad! Yo nunca he tenido malas intenciones con nadie en esta casa porque a todos les he guardado respeto, inclusive a ti que ni te lo mereces, desabrida, descarada (Le grita a Piedad).
Piedad: (ofendida) ¡No te permito que me trates así! ¿Cómo te atreves?
María Belén: (desafiante) ¡Pos me atrevo, fíjate! A saber si no serías tú la que puso el collar ese en mi almohada para que todos creyeran que me lo había robado. ¡Pero esto no se va a quedar así! ¡Ya mismo te voy a obligar a decir la verdad!
De repente, María Belén jala del pelo a Piedad y la empieza a zarandear. Piedad grita adolorida.
Piedad: (gritando) ¡Ah! ¡Ayúdenme! ¡Quítenmela!
Los policías se ven obligados a separar a María Belén de Piedad y proceden a esposar a la primera.
Policía 1: (a María Belén) Va a tener que venir con nosotros, señorita.
María Belén: (alterada) ¡No, suéltenme! ¡Yo no hice nada, fue ella! ¡Fue Piedad! ¡Suéltenme!
Piedad: Ojalá te pudras en la cárcel por ladrona, coja desgraciada, porque no pienso retirar el denuncio.
Los policías se llevan a María Belén a pesar de que ella se revuelve intentando soltarse.
Dorotea: (preocupada) Dios mío. Pobre muchacha.
Nicolás: No creo que María Belén me haya engañado de esa forma. Ella no es así.
Piedad: Eso te hizo creer, pero razona Nicolás. Se crio entre lo más bajo y agarró malas mañas. ¿Qué se podía esperar?
Nicolás, muy confundido, sale a ver junto con Dorotea cómo los policías suben a María Belén a la patrulla.
María Belén: (gritando desde la patrulla) ¡Yo no me robé ese collar, Nicolás! ¡Te lo juro! ¡No me lo robé!
El policía que conduce arranca el vehículo y se van. Dentro de la casa, Piedad sonríe con malicia.
Piedad: Por fin me deshice de esa coja infeliz.
Rodolfo: Esto era a lo que te referías, ¿no? Tú pusiste el collar de Lucrecia para acusar a María Belén de ladrona
Piedad no le responde nada a Rodolfo, pero sigue sonriendo con sutil malicia.
INT. / MANSIÓN ALTAMIRA, SALA / DÍA
La señorita Isis y Camila están recibiendo pedicure y arreglo de uñas por parte de unas especialistas, cortesía de Alberto.
Camila: (incómoda) ¡Ay, señorita Isis! Me da pena que don Roberto me vea en estas. Va a pensar que soy una aprovechada.
Isis: ¡Tranquilízate, hija! Te mereces un rato de descanso. Trabajas demasiado y eso sólo genera estrés. ¿Y sabes qué pasa cuando te estresas?
Camila niega con la cabeza.
Isis: ¡Te pones vieja! Mírame a mí. Tengo más de cincuenta, pero ya ves que soy la envidia de muchas jovencitas y eso es gracias a los cuidados que me hago. Hay que ser bellas para cazar galanes. Recuérdalo (Le guiña el ojo a Camila).
Camila: Ja, ja, ja. Usted siempre tan simpática, señorita.
En ese momento suena el celular de Camila. Ella estira el brazo para agarrar su bolso que está en una mesa y saca su celular para contestar.
Camila: (contestando) ¿Bueno? (Hace una pausa) ¿Estación de policía? (Se sorprende)
Minutos después, Camila toca la puerta del cuarto de don Roberto algo desesperada. Don Roberto está recostando en su cama leyendo un libro con los lentes puestos.
Roberto: Adelante (Cierra el libro).
Camila entra al cuarto.
Camila: Disculpe mi manera de tocar su puerta, don Roberto, pero me surgió una emergencia a último momento y necesito pedirle permiso para salir.
Roberto: (extrañado) Claro que sí. Puedes salir. ¿Puedo ayudar en algo?
Camila: Por el momento no, muchas gracias, pero si necesito algo se lo haré saber. Es usted muy amable (Le sonríe).
Roberto: Con gusto muchacha. Espero que todo salga bien.
Camila: Gracias. Que tenga buen día.
Camila sale del cuarto y cierra la puerta tras sí. En el pasillo se encuentra con Damián
Damián (extrañado): ¿Ya te vas tan temprano?
Camila: Sí. Es que tengo que atender un problema. Me llamaron de la estación de policía. Parece que mi amiga María Belén se metió en algo, no sé muy bien, pero ya voy para allá.
Damián: Si es así, entonces déjame acompañarte. A lo mejor necesitas ayuda.
Camila: Está bien. Vamos.
Ambos se van caminando juntos a paso rápido.
INT. / CASA ROBLES, DESPACHO / DÍA
Piedad está sentada el gran sillón del despacho observando el collar y sonriendo con malicia. Detrás de ella aparece Mary, quien se acerca a susurrarle en el oído.
Mary: Felicidades, Piedad. Te anotaste otro gol a tu favor.
Piedad: La coja esa comenzaba a estorbarme y no podía permitir que me tomara ventaja.
Mary: Por suerte ya lograste deshacerte de ella como querías. El siguiente paso a dar es… Rodolfo. Tienes que lograr casarte legalmente con él.
Piedad: ¿Y luego?
Mary: Luego lo vamos a sacar del camino del mismo modo en que lo hicimos con Lucrecia.
Tanto Piedad como Mary sonríen con malicia. Por otra parte, en la biblioteca, Nicolás está sentado y pensativo. Dorotea entra con un café y se lo pone en la mesa.
Nicolás: Estoy muy confundido, Dorotea. No sé qué pensar. Yo no creo que María Belén sea una ladrona. Confío en ella. Algo me dice que es inocente.
Dorotea: De hecho, hace bien en confiar en ella porque sí es inocente.
Nicolás: (extrañado) Lo dices como si supieras algo más.
Dorotea: ¡Ay, joven! Es que…
Nicolás: ¿Qué pasa, Dorotea? (Se levanta) ¿Tú sabes algo?
Dorotea: (decidida) ¡Fue Piedad! Ella fue la que puso el collar en la almohada de María Belén para sacarla de esta casa. Yo misma la oí cuando lo planeaba con su madre.
Nicolás se queda sorprendido.
EXT. / VECINDAD / DÍA
Doña Ramona sale apurada y con su cartera de la vecindad, y justo se choca con Agapito.
Agapito: Disculpe, doña Ramona. No me fijé.
Ramona: (indiferente) No se preocupe. Yo también ando algo apurada, así que con permiso.
Agapito: Parece que va a atender un problema importante. Lo digo por la cara que tiene.
Ramona: Voy para la delegación.
Agapito: (extrañado) ¿Para la delegación? ¿Acaso su hija se metió en algún problema?
Ramona: (desesperada por seguir su camino) Mi hija no. Fue María Belén. Parece que la están culpando de haberse robado algo en la casa donde trabaja.
Agapito: Entonces, déjeme llevarla en mi carro. No es el más cómodo, pero la puedo llevar más rápido a la delegación que un taxi.
Ramona: No se tiene por qué molestar, don Agapito.
Agapito: Claro que no. No sería ninguna molestia, aparte quiero ver si puedo ayudar en algo a María Belén.
Ramona: (indecisa) Bueno. Le acepto el favor sólo porque a esta hora no pasan taxis disponibles y voy a perder más tiempo mientras consigo uno.
INT. / DELEGACIÓN / MEDIA HORA DESPUÉS
Camila y Damián han llegado a la delegación. Un policía acompaña los acompañan la celda donde está encerrada María Belén quien, al verlos, se acerca a los barrotes.
María Belén: (llorando) ¡Camila!
Camila: Vine lo más rápido que pude. ¿Qué fue lo que pasó, Mabel? ¿Cómo es eso de que te acusaron de robarle un collar a la desabrida de Piedad?
María Belén: No sé. Los policías lo encontraron metido dentro de mi almohada y yo ni sé cómo hizo pa’ llegar hasta ahí. Tuvo que ser Piedad la que me puso una trampa
Camila: (furiosa) Me cae de la patada la ofrecida esa. ¡Pero va a ver! La voy a obligar a que te retire la denuncia o la dejo calva de por vida.
María Belén: No te vayas a meter en problemas por mi culpa, Cami. Yo sólo quiero salir de aquí por las buenas y demostrar que no me robé nada.
Damián: La única manera en que puedas salir de aquí sin que retiren la denuncia es pagando una fianza o, de lo contrario, podrías pasar un par de meses en la cárcel por ser un delito menor.
María Belén: ¡No, eso no! Yo no me quiero quedar aquí. Por favor, ayúdenme.
Camila: Escúchame, Mabel (La toma de la mano a través de los barrotes). Yo voy a hacer lo posible para pagar la fianza. Le voy a pedir ayuda a mi patrón, voy a hacer lo que sea, pero no te vas a quedar aquí. Te lo prometo
María Belén: Gracias, Cami (Sigue derramando lágrimas).
En eso, un policía viene y abre la reja de la celda. María Belén, Camila y Damián se quedan extrañados por eso.
Policía: (a María Belén) Ya pagaron la fianza por ti. Puedes salir.
María Belén: (sorprendida) ¿Cómo? ¿Quién?
Y en ese momento Agapito se presenta acompañado de doña Ramona.
Agapito: Yo, María Belén. Yo fui quien pagó tu fianza (Le sonríe).
María Belén se sorprende al oír eso.
CONTINUARÁ…